“Nací en Almería en 1946. Allí estuve hasta los 14 años. Soy hijo de maestra y militar. Mis padres se iban trasladando de un sitio a otro. Por eso estoy como desarraigado.” Así hablaba de sí mismo el dibujante y humorista Paco Martínmorales en el catálogo de la exposición antológica “El dibujo inagotable.
Cincuenta años de contribución al humor gráfico español”, una muestra que se exhibió en Granada en otoño de 2016 y que viajó a primeros del año siguiente a Madrid. Una exposición antológica que reivindicaba la ingente obra del paisano Martinmorales, uno de los humoristas gráficos clave de la Transición española, un referente incuestionable del buen periodismo cuya carrera quedó bruscamente interrumpida por las consecuencias del impacto de la rama del ciprés que talaban aquel nefasto 11 de agosto de 2010 en el jardín de su casa alpujarreña de Carataunas, que le dejó malherido.
Tras una larga y difícil estancia hospitalaria de siete meses, Paco, que no era Paco, quedó instalado en su casa granadina de la calle Escuelas, con vistas al Jardín Botánico, donde ha permanecido hasta la madrugada del pasado sábado cuando nos ha dejado para siempre.
Orgulloso de sus raíces vitales en la Alpujarra, de la que siempre ha sido un fiel embajador y propagandista, Paco ha llevado a gala su nacimiento y su pasado en Almería, donde encontró su primer colegio en el Dicesano. Almería es punto de encuentro del nacimiento del primer niño de la familia Martín Morales, de Ricardo Martín, el padre, un guardia civil de Almegíjar, y de Carmen Morales, una maestra nacida en Orán.
Con una dilatada carrera profesional, Martínmorales no dejó nunca de ser un autor crítico, rebelde e intransigente, a la par que uno de los más perspicaces y satírico humorista, rasgos que han marcado una trayectoria respetada y coherente que le han permitido plasmar con la tinta o la acuarela su mordaz, ácida y acertada crítica de cuantos hechos de la actualidad ha considerado.
Sus viñetas constituían ejemplarizantes editoriales que amargaron no pocos desayunos y causaron numerosos enfados en quienes nunca supieron hacer un uso limpio del poder, desde la Política al Ejército, desde la Magistratura a la Iglesia. El apreciado humorista ha atesorado una inmensa carga de méritos, desde la superación de no pocos obstáculos para andar la senda de su oficio a la firmeza perenne en sus convicciones, pues tras constatar las miserias de la clase política no dudó en expresar: “me doy cuenta de que tengo mucho de anarquista desde hace muchos años”.
Admirador de su maestro Mingote –cuyo premio le honra- y de tantos otros ilustres de una generación irrepetible del humor gráfico, compañero de compañeros, Martínmorales, a decir del entrañable periodista y amigo, Antonio Ramos, “es como un volcán, en su vida y en su obra”; “un hombre que siempre se ha movido solo. Todo lo que es se lo debe a sí mismo”, aseguró en más de una ocasión su único hermano, el fotoperiodista Ricardo Martín. Paco fue muy valiente y no se arrendaba fácilmente, sobre todo en el ámbito profesional.
Una de las etapas que le ilusionaron especialmente fue la de su incorporación al extinto “Diario de Granada”, en la década de los años ochenta del pasado siglo, cuya reseña ha sido soslayada en algunas publicaciones. Un brillante periodo en el que el humorista se sintió muy arropado por aquella primera redacción del rotativo nazarí y que él aprovechó para imbricarse más con sus raíces y con su entorno: Una dedicación especial a Carmen, su madre, y frecuentes visitas a su entrañable tía Eloísa, en Almegíjar, de las que nos hacía participes. Y cómo no la asistencia, casi obligada, a los divertidos carnavales de Alhama o a las matanzas de Pampaneira, que han dejado la herencia gráfica de una personalísima cartelería. Y es que quienes han conocido a este ilustre alpujarreño saben que ante todo ha sido un ejemplo de bonhomía y un torrente de humana generosidad.
Paco Martinmorales se ha ido con algunas asignaturas pendientes, la de la muestra sobre la Transición, prevista para finales del próximo mes de septiembre en la Universidad de Granada –depositaria de la vasta obra del humorista, donada por su familia a la institución académica-, y la de quedar privado de saber, entre otras cosas, que con los periódicos nacionales desechados, en Carataunas, que a él le mantenían informado de la actualidad para hacer sus viñetas, otros, como un ex presidiario y hippy de Vallecas los releía y creaba muñecos con los que subsistir. Paco ha sido, además de un excelente profesional, un ser excepcional, extremadamente cariñoso, como asevera su viuda, Magdalena de los Heros, un sabio de la actualidad y un genio con un corazón gigante.
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