Algo se mueve en el fortín de Putin

El asunto de fondo es que Ucrania no se rendirá y que Rusia no puede aceptar su derrota

Manuel Campo Vidal
09:00 • 20 sept. 2022

“Son movimientos de grandes masas a mínima velocidad. Como los trasatlánticos al atracar, que  avanzan a velocidad de centímetros por hora”, explican los profesores de Física. Un ejemplo equivalente sería Rusia. Son movimientos a velocidad ínfima pero algo se desplaza. En el aparente témpano de hielo ruso pasan cosas como éstas: docenas de concejales del área de Moscú y de San Petesburgo firmaron un escrito en favor de que se pare la guerra y de que dimita Putin.



En paralelo, el “búnker” comunista le ha pedido más movilización en Ucrania para acabar con Zelensky. Y el jueves pasado, Putin apreció una cierta distancia en el líder chino Xi Jimping y tuvo que concederle una frase reveladora: “Comprendemos vuestras preguntas y preocupaciones” (por la situación en Ucrania, se entiende). Todo esto es aún poco trascendente, pero no existía antes. Algo se mueve lentamente en contraste con la velocidad con la que en Occidente crece la inflación, el temor a una guerra de dos años y la montaña de un invierno con riesgo de calefacción insuficiente. Así está la caldera del mundo.



El asunto de fondo es que Ucrania no se rendirá y que Rusia no puede aceptar su derrota. A ver cómo se sale de ahí, conversábamos con Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Exteriores y Seguridad. Estados Unidos está cómodamente instalado en este conflicto vendiendo gas caro, fabricando armas y reforzando posiciones territoriales con la ampliación de la OTAN a países fronterizos con Rusia, como Finlandia y Suecia. Europa paga la factura de mayor inversión militar, inflación disparada y crisis energética. Rusia pierde en masa a jóvenes bien formados que prefieren emigrar, denunciaban los concejales, dolidos porque “ahora el país es más temido y odiado en el mundo”. Todo eso es cierto y genera algún movimiento, aunque demasiado lento. 



Entretanto en Europa pueden cambiar gobiernos. En Suecia, aunque ganó el Partido Socialdemócrata, la ultraderecha se hará fuerte. En Italia puede pasar lo mismo antes de fin de mes. En España el presidente Pedro Sánchez ha recuperado algún oxígeno porque “en junio estábamos bajos”, reconocen fuentes de Moncloa. Parece que la pugna con el Partido Popular va por meses de avances y retrocesos. Como el frente en Ucrania. Cualquier error impacta en una opinión pública que las condiciones de vida difíciles sensibiliza al máximo.



Camino a unas elecciones legislativas generales que tocan en noviembre del 23 y que Sánchez tratará de llevar a enero del 24, está la meta volante de mayo con municipales y autonómicas en doce comunidades. Tradicionalmente, quien gana las municipales gana después las legislativas -y los socialistas aspiran a ganar en ayuntamientos y diputaciones otra vez- pero lo tienen muy difícil. Las encuestas suben y bajan pero de momento lo que importa es “radio calle”, como dice el cántabro Miguel Ángel Revilla.



Y ahora mismo la calle, según va radiando, está alterada por los precios, preocupada por la guerra, desconfiada de la capacidad de sus dirigentes, tanto del gobierno como de la oposición, que se tropieza en contradicciones. Pero pasar, pasar, de momento no ha pasado nada grave cuando en todos los países se anunciaban movilizaciones por el malestar social. ¿Dónde está el milagro? Pues, en parte, en las medidas sociales de reducción de costes de transporte, subvención de combustible, rebajas del IVA, etc. Lo malo es que todo es a crédito y con la deuda disparada. De ahí que la Unión Europea mire hacia las empresas energéticas y los bancos. Hay que pagar el desatino que vivimos.





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