Qué alegría que la sociedad almeriense haya reaccionado con rapidez y firmeza a la desecación de las salinas de Cabo de Gata. ¡Y qué pena y qué diferencia con el caso similar que ocurrió en los años 80 con las cercanas dunas de las Amoladeras!
Los almerienses no somos agradecidos con lo que la vida nos regala, con nuestras plazas, árboles, edificios históricos, nuestros monumentos ni nuestra herencia cultural. Ahí tenemos toda una alcazaba en penumbra durante años, un indalo olvidado, una Celia Viñas sin reivindicar, o a Los Puntos sin una sencilla calle con su nombre en la capital.
Tampoco hemos sido agradecidos con las dunas de Almería, que nos han dado tanto. Una ciudad como era la nuestra en 1968 no hubiera tenido aeropuerto si no es por el cine, ni la cadena Meliá se hubiera instalado en Aguadulce, ni habríamos tenido el Parador de Mojácar.
Todo esto y más se lo debemos a la dunas entre Villagarcía y las Amoladeras. Porque fueron ellas las que trajeron en 1962 el rodaje de ‘Lawrence de Arabia’. Cuando Sam Spiegel quiso trasladar su inmensa producción desde Jordania a algún lugar de Europa más seguro y barato preguntó ante todo por unas dunas que emularan las de Wadi Rum. Tuvo la suerte de que el almeriense Luis Hernán, asentado en Madrid, le hablara de su tierra.
Las dunas de Almería fueron decisivas, ya que acogieron algunas de las escenas más importantes de ‘Lawrence de Arabia’ en continuidad con el lejano desierto de Jordania. El éxito mundial de la película de Lean, hizo de ‘efecto llamada’ a otras muchas grandes películas extranjeras de todos los géneros: westerns, bélicas, dramas o ‘thrillers’.
No hay lugar natural del mundo que haya sido pisado por tantas celebridades: Clint Eastwood, Michael Caine, Anthonny Quinn, Sean Connery, Rock Hudson, John Lennon, Charles Aznavour ... todos ellos y muchos más pasearon sus personajes por aquellas montañas de arena con el Cabo de Gata de fondo. Construyendo de paso una imagen icónica para Almería. Y sin embargo, las dejamos morir. Durante años robaron impunemente su arena en camiones dirigidos a los invernaderos. Aquello se denunció y se paró, pero no se reparó.
Aquella desgracia coincidió con el creciente movimiento conservacionista de lo que hoy es el Parque Natural. Pero paradójicamente se protegió algo que ya había sido destrozado. ¿Alguien entendería ahora proteger los humedales de San Miguel de Cabo de Gata manteniendo su desecación? Fernández-Pacheco anunció que se intervendrá de forma artificial para recuperarlos. Es lo que tenía que haber ocurrido con las Dunas. Se acepta sin duda la reforestación y el recurrente aporte masivo de arena a playas ‘comidas’ por los temporales a levante y poniente. Sin embargo, por una visión ‘conservacionista’ tuerta, se niega lo mismo a las dunas. Es un triste sarcasmo que el Grupo Ecologista Mediterráneo entregue sus premios “Duna”.
Con ellas se cometió “el crimen perfecto” porque nadie echó de menos a la víctima. Solo una “voz en el desierto”, la del pionero de la cinefilia almeriense José Enrique Martínez Moya, pero lamentablemente no estaba entre los ecologistas de entonces. Tristemente, la recuperación de las dunas de Almería sigue sin estar hoy en la agenda almeriense como afortunadamente está el caso similar de las lagunas del Cabo de Gata.
Hace unos años, Martínez Moya y un servidor fuimos oídos por una joven política con olfato y ganas que nos prestó atención y comprendió. Hoy esa mujer es Mar Vázquez, la alcaldesa de la ciudad.
Si es justo y sensato luchar por que vuelvan las aves migratorias al moribundo humedal del Cabo de Gata no lo es menos que vuelvan las estrellas del cine, que incluso vuelan más alto, a las dunas de Almería.
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