A veces pienso que es mejor quedarse en casa leyendo o mirando el fútbol, sin embargo, casi siempre merece la pena salir y relacionarse. Este domingo me perdí la final del mundial y, aunque no sea una gran aficionada, es como una tradición familiar ver esa final. En este caso todavía con más interés porque confiaba en Argentina y me gusta Messi.
Ese mediodía estuvimos celebrando el primer aniversario de la muerte de Samad, al que yo siempre he llamado Sam, en el campo donde yacen sus cenizas. Una persona iraní que salió de su país cuando la revolución de Jomeini, y que vivió en Reino Unido y después en España, concretamente en Vera, hasta su fallecimiento.
A pesar de no mantener una profunda amistad, cada vez que nos veíamos era apasionante porque la comunicación transcurría de corazón a corazón. Se mostraba tal y como era, y nuestras ideas fluían transparentes. Su sentido del humor crítico e irónico nos hacía reír. Qué alegría más grande compartir.
Este lunes se presentó en Antas un comic muy especial titulado “Las Aventuras de Macura en el Argar”, escrito por Isabel Caparrós Haro, ilustrado por José Ramón París Piñero y editado por Arráez Editores. Anhelo leerlo cuanto antes y observar debidamente sus ilustraciones. Será un placer.
En una de las salas del futuro Museo, donde se celebró el acto, me encontré con Désirée, argentina de origen, y en un momento me imbuyó del espíritu del partido que no disfruté y me animó a verlo, aunque sea a efecto retardado.
Es uno de mis propósitos. El otro es vivir en vivo y en directo una zambomba en el Bahía de Palma, un bar auténtico del centro histórico de Almería, en el mismo día de la lotería, es decir, esta noche. El motivo es eufórico porque anoche entró el invierno y es el momento de quemar todo lo malo.
Y volver a nacer.
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