No hay telediario que no dedique algunos minutos fúnebres a la subida de los precios de alimentos y energía. Pero para escalada, la de los precios políticos en este último año de legislatura. De escalofrío.
Sea por tomar distancias, sea por marcar perfil diferenciado ante la proximidad de elecciones, los socios que participan en el Gobierno, léase Podemos fundamentalmente, van a la suya y aprietan tuercas. Y los que apoyan parlamentariamente desde fuera también.
El conflicto de Ucrania y el apoyo a sus combatientes no quedará fuera de la tensión. La ministra Ione Belarra, secretaria general de Podemos, disparó en su día que “el PSOE es el partido de la guerra”. Sin anestesia. Ahora quienes apoyan la mayoría, exigen que todas las decisiones de incrementar la ayuda en armamento pasen por el Congreso. Serán horas difíciles de debate. Y también de rectificaciones: aunque la Ley del “Solo sí es sí” suponga un avance evidente, su defectuoso acabado jurídico genera el bochorno de las reducciones de pena y la alarma por las excarcelaciones de condenados por abusos y violaciones que algunos medios cantan una a una, como si fueran goles.
Entretanto, Alberto Núñez Feijóo prosigue su campaña rumbo a la Moncloa, aunque no le apoyen demasiado en casa. Su propuesta de que gobierne la lista más votada, un debate interesante, ha tenido una contestación interna que no esperaba. Ayuso marcó distancias con el líder.
Asumido está que Ione Belarra es de disparo verbal fácil. Sin contemplaciones. Apuntó a Juan Roig, fundador de Mercadona, llamándole “capitalista despiadado”, cuando los datos salariales y los índices de satisfacción en su empresa no justifican esa caricatura. Entramos en el 2023 frenando ligeramente en lo económico después de un buen 2022, pero a lo loco en el ámbito político. De ahí que, en las encuestas, la política aparezca como una destacada preocupación de la ciudadanía. No es para menos.
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