Seamos sinceros: a Málaga le tenemos envidia, a pesar de que si le preguntan al hijo de su alcalde diga, con la boca pequeña, que prefiere Almería: uno es de donde pace. Málaga inauguró ayer su nuevo Metro que llega al centro de la ciudad. En Almería no tenemos Metro, ni AVE, ni tranvía. El Poniente es la única gran aglomeración urbana de Andalucía sin una sola traviesa de ferrocarril. Una huerta de Europa emparedada con su metrópoli por el Cañarete, que en vez de ser una puerta de entrada parece una emboscada.
Comparado con Gulliver Málaga, Almería es Liliput. Y seguirá siendo Liliput: no puede haber dos gallos en un mismo corral mediterráneo. Málaga tomó la delantera hace ya más de un siglo y no hay nada que hacer, solo encontrar nuestro indaliano camino. Málaga es mucha Málaga por las comunicaciones y por Picasso; Almería es Almería por las no comunicaciones y porque no pasamos de Perceval. Todo pudo empezar a principios del XIX: hubo un instante en que Málaga nos adelantó con el Puerto, cuando aquí perdimos un tiempo preciso y precioso para dejar de ser un simple fondeadero, un sitio sin caminos, de donde el ingeniero -después dramaturgo- José Echegaray salió espantado.
Ellos, los malagueños, tuvieron a los Heredia, a los Larios, a los Huelin. Nosotros, con los Spencer, con los Roda, no llegamos a tanto. Nosotros tuvimos la Almariyat Bayyana, las atarazanas y la flota califal y Malaqa no tenía nada entonces, pero del pasado remoto no se vive. Es incierto que perdiéramos la marca Costa del Sol porque "no se pierde lo que nunca se tuvo", escribiría Sabina en una servilleta de bar de Malasaña; es una leyenda de Cuarto Milenio, porque lo único que hubo fue un artículo de Rodolfo Lussnigg en La Crónica Meridional de la familia Rueda, en los años 20, pero pare usted de contar. Ni se registró la marca, ni se patentó la idea. Ni en ese momento, ni después. La Diputación de Málaga la utilizó y la registró a finales de los 50. En Almería no lo hizo nadie. Esa es la verdad.
Da miedo pensar lo que puede hacer -lo que ha hecho y está haciendo- Málaga con más del doble de habitantes que Almería (570.000 frente a 200.00), con un aeropuerto donde llegan y salen 18 millones de pasajeros (Almería no alcanza aún el millón). Almería empezó con su festival de cine antes que Málaga: en 1996 nació el Festival nacional de cortos Almería Tierra de Cine en el viejo Centro Cinematográfico de la Plaza Marín y en el Cine Gelu de Juan Asensio, en González Garbín. Después, en 2002 el Festival Internacional de Cortos y en 2011 ya mutó a Fical. Málaga empezó en 1998, pero ahora triplica el presupuesto del Festival almeriense. Málaga es muy voraz. Con tremendo aeropuerto puede serlo. Muchos invitados a los Premios Carmen, que peleó y consiguió Almería, llegaron por el aeropuerto de Málaga a Almería. El aeropuerto de Almería cierra a la hora en que Casimiro se lavaba los dientes. Cualquier cosa que se proponga Almería nos la puede reventar Málaga con ese portaviones de aeropuerto, con ese AVE. Ya ocurrió aquí con la Expo Agro, devorada por la madrileña Fruitt Atraction. Almería no puede competir con Málaga porque es como si saliera a una carrera olímpica con los pies atados. Málaga es ya la quinta ciudad de España, tras Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia; la provincia con más PIB de Andalucía, que ha adelantado a Sevilla, y que tiene por primera vez un presidente autonómico que es 'boquerón'.
En solo 200 kilómetros de distancia no puede haber dos Málagas. Ni falta que nos hace ser Málaga. Málaga es más Benidorm; nosotros debemos tender a ser más Montecarlo, por ejemplo. Por qué no. También tendremos Puerto Ciudad como ellos y tenemos Cable Inglés, que ellos no tienen. No hace falta gigantismo para que Almería se desarrolle. Almería debe seguir encontrando su camino como destino singular, como lugar de culto, como slow life, sin tener que levantarnos a las 5 de la mañana los veranos para pillar sitio en la playa.
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