El sonido del mundo

José Luis Masegosa
09:00 • 24 abr. 2023

A estas alturas del tiempo, Google y Facebook han reconocido que nos escuchan sin nuestro permiso, y por lo tanto parece que la privacidad  es un bien de lujo por el que hay que pagar. Quién no se ha visto sorprendido cuando ha interrelacionado con  su vecino, verbigracia,  acerca de las cualidades destructivas de la palomina, y cuando esa noche conecta su Tablet para conocer qué panorama de actualidad ha escrito la jornada de pronto comienzan a aparecer en su pantalla mensajes y anuncios publicitarios sobre los mejores y más eficaces  medios para exterminar las bandadas de palomas que alimentan nuestros paisajes urbanos. ¿Casualidad, coincidencia, magia, misterio o indefensión de la privacidad?



Nuestras vidas están llenas de situaciones que no son casuales y que ponen de manifiesto que somos seres desnudos ante la necesidad de escucha de los demás. Un amigo comentaba en la alcoba a su pareja que estaba  cansado del ritmo de trabajo y que precisaba de un descanso. A la mañana siguiente, cuando conectó el ordenador le aparecieron numerosas ofertas de escapadas y de viajes de recreo a diferentes ambientes. Pensó de inmediato en su móvil, en su Tablet, en el receptor de radio inteligente o en la mismísima máquina de afeitar, y le entraron ganas de llevarse a un desierto la batidora y contarle toda su vida. 



Escuchar es un arte y una necesidad, e incluso se podría decir que una virtud. Claro que no todos los humanos están dispuestos a aceptar tales consideraciones. Los dispositivos informáticos son los que más escuchan ahora. Los humanos nos dedicamos a hablar a la vez, a opinar a la vez, a practicar lo que erróneamente llaman diálogo de sordos, cuando no. Los sordos sí saben escuchar aunque no puedan oír, y los demás cada vez sabemos escuchar menos. Y es que como decía Winston Churchill, se necesita coraje para pararse y hablar, pero se necesita mucho más para sentarse y escuchar. Si todos habláramos menos y nos escucháramos más el mundo sonaría mejor, tendría un sonido diferente.








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