Es jornada electoral y a primera sesión Carmelo espera para entrar en el cine. En un ‘flashback’ recuerda una tarde similar cuarenta años antes. Había quedado con Irene, otra militante del PSOE, ambos se gustaban y sus cuerpos ya se conocían un poco más que sus almas. Eran universitarios y en la cola hablaban con el entusiasmo de aquel año 82, de la OTAN y del cambio de Felipe. Y de repente, como un trueno oyó “¡Que te folle un pez!”, e Irene desapareció como un fantasma. Carmelo no entendió nada, no sabía cuál había sido su error, si había herido algún dogma o la había ofendido. Intentó consolarse del fracaso buscando sentido a esa frase. “¿Qué malo tiene que te folle un pez?” Comprendió que el lenguaje encierra tantos enigmas dolorosos como las relaciones humanas.
-“¿Me enseña el DNI?”, el taquillero le devuelve al presente en una elipsis de cuatro décadas. Carmelo ya puede beneficiarse de la subvención de dos euros prometida por Pedro Sánchez en plena campaña de las municipales. Paralizado, duda y como había hecho aquella Irene en su juventud dio un giro a sus planes. No necesitaba ya cine pues le venía a la fuerza la película de su vida, la de su país y la de su partido. Se mezclaban géneros, de comedia a tragedia, y se le aparecían nombres y caras en blanco y negro, secundarios a la fuerza en un filme de terror sin haberse presentado antes a ningún casting: Alberto Martín Barrios, Ryan, Casas, Yoyes, Buesa, Fabio Moreno, Miguel Angel Blanco…un concejal. “¡Que te vote Txapote!”, pensó para sí con rabia camino del colegio electoral. Había comprendido por fin que una frase de apariencia absurda puede tener un hondo sentido y que las leyes del voto son tan inescrutables como las de la dignidad humana.
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