“¿Saben aquel que ‘diu’ que va un prófugo de la justicia española y es quien decide el presidente del gobierno del país que odia y quiere desmembrar?” Cuando Eugenio comenzó a triunfar, cubierta la etapa más formal de la Transición, aún quedaban la transformación social, económica y política. Eran los primeros 80 y Felipe y Guerra iban a ser los líderes políticos de aquel gran cambio.
Hoy día, otro catalán nos corta la risa con la ayuda de nuestro presidente en funciones. Este dijo desde Nueva York hace una semana: “Creo que cuando digo que voy a ser coherente con la política de normalización y estabilización de la situación política en Cataluña, estoy diciendo mucho”. En realidad, es una ignominia y una inmoralidad. No hay democracia sin justicia, y el respeto a la ley nos hace a todos iguales. Pero Sánchez prefiere decir “buscaré votos hasta debajo de las piedras” antes que “si hace falta, vendería hasta a mi madre”.
La España que se defendió de Tejero cuando Eugenio se hizo famoso, es la misma que se defendió en Cataluña de unos políticos desleales que quisieron imponer sus ideas contra la ley. Que Sánchez ceda ahora ante aquellos golpistas es como si en aquel 23-F Felipe y Guerra hubieran amañado un gobierno con Tejero y Armada. A la misma hora que Sánchez en Nueva York, Felipe decía junto a Guerra: “No se puede ceder al chantaje”. Me duele hoy el PSOE de mi padre porque un farsante sin principios lo ha usurpado y lo ha convertido en una secta de fanáticos dispuestos a llegar al final, como aquellos que seguían a Jim Jones en Jonestown. Lo gracioso es que muchos de estos que hoy reniegan de Felipe y Guerra, vivieron bajo su cobijo la mayor parte de sus vidas. Gracioso y triste, como el chiste más amargo de Eugenio.
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