Para apoyar la Cumbre Social de Granada, organizada por colectivos sociales como alternativa a la Cumbre de la Alhambra, donde España estrena presidencia de la E.U. decido opinar con una parábola sobre el Cambio Climático.
Eso no significa que considere devotos de una nueva religión a los que pelean por sus derechos. Ante la emergencia climática y el sometimiento de las clases dirigentes al capital, no se pide un acto de fe, sino un respaldo a la ciencia que nos avisa del abismo.
Un encorbatado, tras el carajillo mañanero, preguntó a los manifestantes: ¿queréis volver a los carros tirados por burros? Uno de los jóvenes le dijo: “Permítame que le hable de un niño tímido que creció pensando que el alcohol no debía ser malo, porque en las fiestas familiares se bebía y generaba un agradable ambiente. Allí, invitado por su padre, tomó sus primeros sorbos.
Con sus amigos repitió ese modelo y usó el alcohol para desinhibirse y disfrutar de la noche. Con un vaso en la mano se atrevía a hablar con las chicas, era más ingenioso, intrépido y valiente.
Aprendió a encarar las dificultades con una copita, cada éxito lo celebró con otra, cada fracaso lo ahogó en la penúltima. Le advirtieron, pero decía que gracias a él, y los impuestos legales al alcohol, el Estado seguía construyendo colegios. Si fuese tan perjudicial no sería tan fácil comprarlo.
Siempre encontró una excusa, un parche, un culpable cuando provocó algún accidente, lo despidieron o golpeó a su pareja. Solo, arruinado y enfermo, tras el último trago, tuvo un segundo de lucidez “eres el origen, envenenaste mi mundo”.
Aquel niño, y los que lo sufrieron, fue víctima de un sistema que se enriquece, nos explota y somete, sin importarle nada más. Luego nos acusa de incívicos, de mal ciudadanos y de no seguir sus sencillas reglas para evitar los problemas que su avaricia genera. No te preocupes, ellos se ocupan, tú factura, pórtate bien y no rechistes.”
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