No hay ningún otro distrito en la Península ibérica -probablemente en Europa Occidental- tan pujante y olvidado por el tren como el Poniente almeriense. La paradoja es que la principal alacena de hortalizas del viejo continente no tiene ni un solo metro de vía férrea. El tren en El Ejido, Roquetas, Vícar o Adra ni está ni se le espera. Y eso, no tiene sentido económico ninguno: hay que poner el cebo donde están los peces. Cada vez que viene - vino o vendrá- algún gerifalte a esta provincia -da igual el signo, desde Chaves a Juanma, desde Zapatero a Rajoy- se les llena la boca del discurso oficial y oficialista: “El Poniente es un cañón”; “sois la despensa de Europa”. Lo cierto es que es así, pero a cambio de nada o de casi nada.
Lo que no son cuentas, son cuentos: el PIB almeriense se sostiene en más del 40% en el agro, que tiene su centro de operaciones en el invernadero del Oeste; la suma de habitantes de El Ejido, Roquetas y Vícar supera a la capital. No compararemos más, porque las comparaciones son muy gamberras, pero hay una injusticia colosal con el Poniente por parte de todos los poderes públicos en materia ferroviaria. La mayor confluencia poblacional de Almería, la mayor superficie productora con más de 20.000 hectáreas invernadas, con miles de jornales e industria auxiliar no tiene ni un simple Cercanías en proyecto. Por mucho que Bruselas incentive el tren para descarbonizar, si no hay sustantivo, no puede haber verbo. Es verdad que desde El Ejido al futuro Puerto Seco de Níjar solo habrá 73 kilómetros, pero hay quien no confía demasiado en que las alhóndigas y cooperativas orientales apuesten por esta combinación. Es verdad que la orografía complica cualquier proyecto ferroviario y que las termópilas del Cañarete, esa roca maldita, aparece como un muro insalvable, pero la ingeniería debería poder con todo. En 1900 se habló de un proyecto de ferrocarril de Berja a Almería y ni un solo propietario puso dificultad en las expropiaciones, según las crónicas de la época. Desde entonces, nadie ha trabajado lo suficiente para que haya algo de esperanza, para que haya una luz, para que haya un proyecto, algo en un papel en algún cajón de algún ministerio, aunque sea para dentro de veinte años. Lo que hay es la nada absoluta; lo que hay es que hay un mojón de la provincia, el más dinámico, del que más camiones parten cada madrugada, que no tiene ni tendrá vías. Qué bueno sería ver cruzar una catenaria por encima del polígono La Redonda.
El Poniente, ese lugar llamado Milagro tiene agua, riqueza, empleo, pero no tiene locomotora. Si el almeriense es un individuo esperando siempre en un andén imaginario como Penélope, un ejidense, que ahora es niño, nunca sabrá lo que es un guardagujas.
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