Hemos lanzado sin pestañear a nuestros hijos a un pozo de horror. Abandonado en él, un pequeño de cara angelical y sin pelusilla en el bigote puede volverse un depravado monstruo con solo pasar su dedo sobre la pantalla de su móvil. Debería hacernos actuar ya, sin más dilación, el conocer que 26 niños en Almendralejo han ‘desnudado’ digitalmente a sus compañeras gracias a la Inteligencia Artificial. Urge prohibir los ‘smartphones’ en niños, multar a los padres que lo permitan y a los comercios que los vendan. No hay problema alguno en que se prohíba a los menores de 18 años conducir un turismo o casarse. Y hoy ya sabemos que un móvil no es menos dañino que un coche, puede destrozar la vida propia y las ajenas. Sin embargo, esta es una sociedad hipócrita, que primero prefiere extender la enfermedad para luego hacer negocio con la curación.
Todo lo peor de la sociedad hoy lleva años experimentándose antes de forma errática y neurótica en los centros educativos. Los pedagogos, aliados a los políticos, nos obligaron con prisa y dogmatismo a llevar el mundo digital a la enseñanza. Y hoy, en cambio, un país tras otro decide prohibir los móviles en los centros. El Reino Unido se ha sumado a Francia, Holanda, Finlandia, Suecia… ¿a qué espera España, el Gobierno y la Junta?
Internet fue un día una utopía de conocimiento y comunicación. Ese sueño ya se dio de bruces con la realidad. El mayor enemigo hoy de la enseñanza es el teléfono móvil y su oscuro negocio. Hoy internet es una fuente inagotable de problemas para cualquier alumno. Y para los docentes. Habrá quien quiera adjudicarnos una función que no es la nuestra, no somos cortafuegos ni antivirus ni programas informáticos. Por ahora, seguimos siendo humanos.
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