A principios de los años 90, más de 18 millones de españoles seguían a diario por televisión un culebrón venezolano de una tal ‘Cristal’. Su sintonía con el “mi vida eres tuuuuuu….” se nos metió en las meninges y el galán de aquella telenovela vino, arrasó y hasta le dieron un programa. Pero no recuerdo hoy su nombre. Existe una fama efímera, entonces y ahora; existe también una política efímera, a corto plazo, de regate ratonero y chupón. Las redes sociales han venido a potenciar ambas. En este río revuelto, muy caudaloso, ha pescado estos días el festival de cine de Almería. Ha tenido gran éxito de público y hay que celebrarlo porque la fama no existiría sin público.
El festival de cine ha mutado, se ha vuelto de género fluido. Ya ni siquiera hace falta que un ‘famoso’ de lo que sea haya trabajado en Almería para que tenga su huella en suelo almeriense. Yo me alegro porque así tengo varias razones para pedir sitio para otros. Estas son mis razones: Steven Spielberg, Orson Welles, Henry Fonda, Clint Eastwood, Burt Lancaster, Michael Caine, Sean Connery, Jason Robards, Peter O’Toole, Alec Guinnes, Yul Brinner, Joseph Cotten, Rock Hudson, George Lucas, Harrison Ford, Jack Nicholson, Rod Steiger, Ben Kingsley, Willem Defoe, Lee Van Cleef, Candice Bergen, Briggite Bardot, Ron Howard, Lee Marvin, Charlton Heston, Maggie Smith, George Cukor, James Coburn, Morricone, Francisco Rabal, Christopher Lee, Martin Landau, Jack Palance, George C. Scott, James Mason… Unos han fallecido, otros difícilmente vendrán, pero todos trabajaron en Almería y tienen ya la fama de verdad, la eterna, pues sus estrellas brillan en el cielo del séptimo arte desde hace mucho. Solo haría falta que las bajáramos de nuevo hasta Almería.
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