Se acerca tu primera navidad, y la temes. Da lo mismo que tengas 19, 28 o 57 años, será tu primera navidad y la vivirás como si te descorcharan el corazón. Te gustaría frenar el calendario y que no llegara la Nochebuena. Ya evitas los anuncios navideños y te dañan las luces por la calle y la música por megafonía. El soniquete navideño es para ti una letanía de dolor. Tienes incluso miedo a las dos noches festivas. Intuyes que por mucho que dejes atrás el peor año de tu vida, éste no te abandonará jamás por unas campanadas. No te preocupes, no estás solo. Somos muchos como tú, que viviremos nuestra primera navidad un año más.
Puede que intentes engañarte y hacerte creer que esta navidad será la misma y para ello reunirás a los de siempre. Te advierto que no funciona: comeréis, brindaréis y forzaréis los gestos, pero la vida juega mejor al póker y en cada mirada os veréis el mismo pensamiento de un vacío enorme en la mesa. Puede que, en cambio, prefieras la soledad, y esa noche intentes meterte en una cápsula de aislamiento, pero los malditos petardos desde la calle te recordarán que no es posible.
Cuando vives tu primera navidad te das cuenta de que todas las anteriores habían sido una preparación para ésta. Con los años, el dolor se vuelve dulce como el mazapán. Este año que acaba será la primera ausencia pero cada vez se juntará más gente alrededor de la mesa navideña. No comen, no beben, ni te preguntan si te has echado ya novia. Son las mismas personas que en las navidades anteriores te hicieron feliz de mil maneras: cantando villancicos, bailando el charlestón, o viéndolas cocinar todo el día. Las echarás de menos siempre, pero ya sabes que se quedaron contigo y para siempre en esta dolorosa primera navidad.
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