Comenzaba la semana y una emisora de radio repetía lo tremendamente fortalecido que estaba José Antonio Griñán tras las elecciones andaluzas.
Y tendrían razón, pues quien por segunda vez consecutiva vuelve a presidir la institución autonómica sin contar con el respaldo de la ciudadania se está resarciendo de las críticas de los suyos: ha eliminado de su orbe a quienes antes osaron haberle sido impuestos.
Griñán se desprende ahora de aquel sector rebelde que terminó de explotar tras la dimisión -por, según se dijo, intromisiones en la elaboración de las listas de la capital andaluza- del que fuera hasta febrero secretario general de los socialistas sevillanos, José Antonio Viera.
Con el partido quebrantado en medio de un proceso electoral que se tornaba complicado, el nuevo sector rebelde con la dirección regional intentó entonces convencer al equipo de Rubalcaba de que Susana Díaz, fuertemente vinculada a Carmen Chacón y sus respaldos orgánicos, se terminaría convirtiendo en un problema.
Y José Antonio Griñán amenazó con dimitir como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía si la dirección federal amparaba el movimiento crítico regional que apoyaba a Viera y que pedía la revisión de todas las listas provinciales.
Y la jugada resultó, para los alineados con Griñán, perfecta, pues pese a los intentos fallidos de incluir en las listas a una parte del sector más -rubalcabista-, Ferraz tuvo que correr un tupido velo y dejar hacer. Y quienes se posicionaron menos frugalmente padecen hoy los reconocimientos que cabía esperar al amparo del pacto con Izquierda Unida urdido en los momentos previos al proceso electoral.
Premios y castigos se ven hoy en forma de ausencias y presencias, inconcebibles para muchos, que hoy se tornan realidad. Un barrido general para impedir rebrotar a quienes se alinearon con los otros, y premios de consolación para quienes podrían estar pero no pueden, merecedores, al cabo, de una atalaya de asueto y reconocimiento.
El Presidente de la Junta de Andalucía sabe por dónde hace aguas su pacto de gobierno, pero también por dónde no debería hacerlas. No será fácil ni afortunada la travesía, pero parece haberse pactado el yo gano-tú ganas, al margen de las necesidades de Andalucía.
Por ahora, sin que se haya dado a conocer aún el programa con el que gobernarán PSOE e IU, Griñán se ha visto obligado a lanzar un mensaje tranquilizador a inversores y empresarios, alarmados ante la nueva composición del gobierno andaluz.
Les ha dicho que IU no tomará ninguna decisión que no pase por su filtro, lo que viene a querer decir que no tendrán autonomía. No sabemos qué opina Diego Valderas de todo esto. Más bien cabe esperar que los precios sean mayores que los que en principio se suponían. A Izquierda Unida le interesa crecer en Andalucía y para ello, más que posiblemente, copie los usos del gobierno socialista: más empleados del partido para hacer política.
Y entretanto, la reconstrucción del PSOE de Andalucía viene precedida de los nombramientos de los integrantes del nuevo equipo más fuertemente alineado con José Antonio Griñán, que ya ha anunciado que su partido será un fiel reflejo de su gobierno autonómico tras el Congreso que, a mayor abundamiento, ha decidido celebrar en la provincia que más ha castigado al PSOE en las urnas, Almería. Gobierno y partido, dicen, será lo mismo. Tal vez en algún momento no lo haya sido.
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