El Estado lo necesitamos a diario al abrir un grifo, pasar por un cruce o ir al médico, pero lo solemos ignorar por su invisible familiaridad. De todos sus elementos, el crucial es el de las Fuerzas de Seguridad, junto al poder judicial. Lo vio claramente Hobbes: sin estabilidad no hay nada más. También los salvadoreños lo han visto al refrendar de forma abrumadora a Nayib Bukele. Es lo que los analistas que mean colonia desde Europa ignoran: prefieren el poder legal del Estado al oscuro de las maras.
Locke añadió al Leviatán los derechos de gobernados y su legitimidad para revocar el poder cedido al gobernante. Así nació la democracia, como la de España en 2017, cuando policías y guardias civiles impidieron por orden judicial la votación ilegal del 1-O. Weber dijo que el Estado “tiene el monopolio de la violencia legítima” y en democracia ni siquiera los policías son inmunes a la justicia. Sin embargo, es muy paradójico y triste que mientras se procesan a 46 agentes en Cataluña se busque con mil artimañas librar de varios delitos a Puigdemont y seguidores.
En los últimos años, el Estado español ha ido menguando por intereses espurios de políticos que retiran la Guardia Civil de Tráfico de Navarra, entregan el control de las prisiones vascas, debilitan el CNI…hasta llegar a la tragedia de la costa gaditana. El doble asesinato en Barbate ha puesto de relieve la desidia de nuestros políticos, al ceder terreno a los rivales del Estado, ya sea mafia, narcos o grupos independentistas. No es casualidad que en el parlamento catalán el PSE se haya sumado a los nacionalistas para evitar la condena de este doble crimen. Puede que no lo sepamos aún, pero quizás ya estamos viviendo bajo el caprichoso yugo de ‘Pedro El Cabra’.
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