Es bien sabido que hablar de la ETA como núcleo fundacional de los partidos a los que vive aferrado Sánchez es un recurso invalidado por la evidencia: los terroristas ya no matan y su organización ya no existe. Por lo tanto no se puede hablar de ellos, dicen desde el PSOE y sus meandros editoriales. Sin embargo de Franco y de la Guerra Civil se tiene que hablar a diario, porque una de las ventajas de ser muy progresista es que puedes determinar e imponer los enfoques con los que se administra la memoria colectiva. Tenemos que ocuparnos de lo sucedido hace noventa años pero olvidar lo que pasó hace treinta, y se debe recordar lo que ellos digan y en la forma ellos estimen. Y al que objete, etiqueta de facha y pasaporte al otro lado del muro. Pero como la wifi sigue funcionando en la esfera del mal, aprovecharé para comentar mi asombro ante la insistencia del PSOE en hacer pivotar buena parte de sus opciones de futuro en el pasado. Como todos los febreros, han vuelto con la turra del remember anual de la “Desbandá”, una de las muchas atrocidades cometidas en todos los frentes de la contienda, a la que han cosido un relato histórico a la medida de su alevosa inexactitud y de su natural sectarismo, completando el menú de la remembranza con el lío de los nombres de algunas calles (una inquietud que no pasea por Pasionaria Street o Largo Caballero Avenue) y dejando para el postre una pintoresca exigencia de recuperación de una cueva usada como refugio y almacén de gasolina durante la guerra. ¡Qué maravilla! A ver si al final resulta que tenemos en Almería la Capilla Sixtina del hidrocarburo y nosotros sin saberlo. Habrá que respetar que los socialistas quieran estancarse en el psicodrama del guerracivilismo, pero el día en que se decidan a salir de esa caverna mítica, descubrirán que las preocupaciones reales de las familias, los autónomos, los parados y las empresas almerienses están muy lejos de su relato rupestre.
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