¿Volverá Pedro Sánchez a Mojácar?

Carta del director

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez. Europa Press
Pedro Manuel de La Cruz
19:47 • 27 abr. 2024

En la mañana del 29 de mayo de 2023, apenas doce horas más tarde de que el PP arrebatara al PSOE casi todo el poder autonómico y municipal, Pedro Sánchez se reunió con su equipo de asesores más cercanos en la Moncloa.



-Voy a convocar elecciones generales para el 23 de julio.



La bomba estalló en medio del desconcierto que provoca una explosión inesperada.



-Durante toda la noche me he planteado dos preguntas. La primera: qué es mejor para los españoles; , la segunda: qué es mejor para el partido. Creo que, en ambos casos, la respuesta es disolver el Parlamento y convocar elecciones.



Minutos más tarde el presidente convocaba una comparecencia y hacía pública su decisión. Sánchez se rebelaba contra el destino escribiendo un capítulo más de su manual de resistencia y sorprendiendo a todos. El golpe surtió efecto y hoy continúa ocupando la presidencia del Gobierno derrotando a las encuestas que, en aquellos días, le situaban en la antesala inevitable del ocaso.



El miércoles, Sánchez volvió a sorprender a todos con la decisión de reflexionar durante cinco días sobre su dimisión o continuidad al frente del Gobierno. Desde esa tarde han sido legión los analistas, políticos y ciudadanos que se han aventurado a recorrer los circuitos racionales y emocionales en los que encontrar una puerta de salida a la incerteza en que la decisión ha sumido al país. El resultado: nadie sabe nada. Sánchez es el único dueño de sus secretos y de su destino.



No caeré yo en la osadía de presumir una respuesta a una encrucijada en la que, tal vez, ni el presidente haya tomado todavía una decisión.



Lo que sí parece claro es que el laberinto en el que se ha metido por voluntad propia tiene casi imposible salida sin daños importantes, sea cual sea la decisión. Adentrémonos en el laberinto sin más guía que la frialdad de la lógica y el escepticismo razonante.


Si Sánchez dimite mañana será considerado por sus adversarios como un cobarde y, por sus partidarios, como un cobarde y un traidor. Los primeros lo están haciendo antes de que tome la decisión. Los segundos lo harán cuando la irritación sea sustituida por el desencanto.


El daño emocional causado a su mujer en el escenario cainita en el que se ha convertido la política española por la esperpéntica presentación de una denuncia basada en recortes de periódico con titulares sin contrastar e interpretada por un juez como merecedora de la apertura de diligencias previas, no es un argumento sostenible por quien, con acierto o con desacierto, ha navegado en medio de una pandemia, un volcán, una guerra en Ucrania o la balacera a que la oposición y una parte de sus aliados le han sometido desde que llegó a la presidencia. La campaña que está sufriendo su mujer es cruel. Las acusaciones (al menos algunas), delirantes y hasta contrarias a la doctrina del Tribunal Supremo que sostiene la inconsistencia procesal de informaciones periodísticas sin aportar pruebas documentales o testificales consistentes.  El daño que todo ello provoca (como a otros políticos en otras circunstancias), es innegable. Pero ese acoso no justifica la huida.


Pedro Sánchez puede estar muy enamorado de su mujer, pero seguro que no lo está más, ni tampoco menos, que los miles de militantes socialistas que acabaron en el paredón o en la cárcel por luchar contra la dictadura. Ellos también vivieron y sufrieron la desolación devastadora que la lucha por sus ideas había causado, o iba a causar, tan injusta como cruelmente a sus familias. Y no se rindieron. ¿Lo hará ahora Sánchez, defraudará a los ocho millones de ciudadanos que le votaron hace menos de un año? ¿un dolor, aunque sea injusto, justifica abandonar los proyectos y las ideas que ha defendido con perseverancia contrastada durante tantos años?


Con su marcha, Sánchez dará el triunfo a sus adversarios sin haber planteado batalla, les habrá concedido la victoria y no habrá acabado con el acoso a que, según él, por tierra, mar y aire, está siendo sometida su familia.  


Hay razones del corazón que la razón no entiende, pero no alcanzo a comprender que la razón ultima de su huida pueda ampararse, sólo, en la agresión a que ha sido sometida su mujer por una organización de extrema derecha, un juez (¿intencionadamente?) apresurado e ignorante ¿? de la doctrina del Supremo, un orfeón de políticos que han olido la sangre (como sucede también en la otra orilla política, que nadie se ponga a salvo) y un escuadrón de periodistas dispuesto a hacer fuego a discreción contra todo aquel que se sitúe frente a los intereses de quien les paga (y esto vale para las dos trincheras políticas en que se ha convertido el periodismo madrileño).

Si Sánchez abandona mañana, la munición anterior habrá influido -y mucho- en su decisión. Pero no habrá sido decisiva. Y, con su huida, habrá dejado un camino abierto a la especulación sobre posibles sombras, hasta ahora no desveladas, que hayan podido estar en el origen y desenlace de su decisión. La sombra de Pegasus es alargada y la ley del Talión judía, también.


Por el contrario, si Sánchez decide quedarse, tendrá el respaldo de los millones de ciudadanos que le han votado y de los miles de militantes que le han suplicado que se quede. Pero para ganarse el respeto de quienes no se sitúan en una u otra trinchera, deberá explicar con argumentos sólidos y contundentes por qué necesitó cinco días para tomar la decisión, qué razones le han hecho continuar y cuál va a ser su estrategia a partir de ahora. Si no lo hace y regresa a la casilla de salida de la que partió por sorpresa el miércoles, como si no hubiera pasado nada, estaría dando la razón a quienes le acusan de cultivar un narcisismo compulsivo.


Mañana saldremos de dudas. Y, sea cual sea su decisión, siempre podrá regresar a la costa de Mojácar donde Pedro Sánchez y Begoña Gómez vivieron tantos días felices.   


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