Dolores Ascensión Gómez Ferrón acaba de recibir la Medalla de Oro de Andalucía por su labor al frente de la empresa Clisol Agro, un ejemplo de integración de dos sectores esenciales en la economía almeriense como son la agricultura y el turismo. Es un concepto que inició hace ya doce años cuando los turistas que transitaban entre Almerimar y Roquetas se detenían en el invernadero que explota junto a su marido para satisfacer su curiosidad en torno a ese mar de plástico en que se ha convertido el Poniente almeriense.
Lola defiende la compatibilidad de la producción agraria intensiva con el turismo y, desde su actividad empresarial, se ha convertido probablemente en la mejor embajadora de la agricultura almeriense.
Cada año alrededor de 20.000 personas, procedentes de todos los rincones del mundo, se empapan de los conceptos básicos de un modelo que ha demostrado su capacidad productiva, pero también una gestión integral de los recursos disponibles.
“Seres vivos”
Asegura que al fin y al cabo las plantas “son seres vivos y lo que tratamos es de facilitarles las mejores condiciones de vida, porque una planta feliz ofrece finalmente los mejores frutos, la mejor calidad”. Y en ese empeño cuidan con mimo los cultivos de tomate, pimiento o pepino que constituyen la base de la actividad de Clisol Agro.
Gómez Ferrón es además una defensora a ultranza de los beneficios de un modelo de producción que ha conseguido en pocos años adaptarse a las técnicas de producción integrada, incorporando la lucha biológica para desterrar esa imagen de dependencia de los agroquímicos que había acompañado a las hortalizas almerienses durante décadas.
Almería es hoy sinónimo de calidad y de seguridad alimentaria y ese mensaje, lanzado desde Clisol Agro, pero también desde el conjunto del sector, está produciendo réditos importantes tanto en lo económico como en la imagen de las hortalizas que parten desde Almería hacia los mercados más exigentes cada día.
El propio presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, buen conocedor de la actividad agroturística que desarrolla Lola Gómez, destaca la capacidad innovadora de la empresaria almeriense y el compromiso que ha adquirido con el sector hortofrutícola almeriense, del que probablemente se ha convertido en la mejor embajadora en estos últimos años participando en foros nacionales e internacionales a los que aporta un mejor conocimiento del trabajo que se desarrolla en la provincia.
La empresaria entiende que una vez incorporados los cambios esenciales en torno a la calidad, a la salubridad o a la sostenibilidad que hoy son santo y seña del campo almeriense, “tenemos un modelo productivo altamente eficiente, capaz de reducir los consumos de agua en torno a un 70 por ciento, capaz de convertir la superficie invernada en un sumidero de dióxido de carbono al nivel de algunas de las mayores selvas del planeta, o de luchar contra las plagas con métodos de lucha biológica que han logrado un descenso más que notable del uso de plaguicidas y agroquímicos”. Es realidad, sumada a la ‘humanización’ de las plantas que promueve desde sus invernaderos, han llamado de hecho la atención de touroperadores de gran capacidad como el alemán TUI, de buena parte de las universidades europeas y hasta de instituciones como la Escuela de Alta Cocina de Nueva York, un centro de prestigio mundial que ya ha cumplimentado varias visitas a Clisol Agro para conocer a fondo ese ‘milagro’ que está desarrollándose desde hace varias décadas en la provincia de Almería.
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