A vueltas con las Meninas

A vueltas con las Meninas

Andrés García Ibáñez
23:32 • 01 jun. 2012

Leyendo la última biografía publicada sobre Velázquez, escrita por el historiador Bartolomé Bennassar, descubro un dato nuevo –al menos para mí- sobre Las Meninas. 


Afirma el autor, concluyentemente, que el cuadro se ejecutó en dos tiempos; una primera versión de 1656 –que yo creía la única y definitiva- de menor tamaño, y otra tres años posterior, de 1659, para la que Velázquez cosió la tela y la agrandó, haciendo varios cambios hasta resultar la imagen que vemos hoy. En la primera versión, según la tesis defendida por Bennassar, se representaba a la infanta Margarita –que contaba cinco años cuando el cuadro se pintó- como la única y legítima heredera de la corona; su hermana María Teresa había sido prometida al rey Sol de Francia y el heredero varón, Baltasar Carlos, había muerto en 1646. En esta primera versión no aparecería ni el lienzo ni el pintor, y en su lugar habría una figura que entregaba a la infanta el bastón de mando; se trataría de un asunto simbólico, alegórico, sobre la monarquía, un encargo expreso del propio Felipe IV, que ya aparecía representado junto a su esposa en el espejo del fondo, como si acabara de entrar en la sala y desde fuera del plano del cuadro asistiera a tan solemne momento.


La versión definitiva estaría motivada por dos hechos; el primero sería el nacimiento, en noviembre de 1657, de un nuevo heredero varón, el príncipe Felipe Próspero, y el segundo, acaecido en 1658, la concesión a Velázquez del hábito de Santiago. El asunto alegórico de la primera versión carecería ya de sentido, aprovechando entonces el pintor- siempre con autorización, regia, se supone- para erigirse en auténtico protagonista de la composición y hacer el supuesto y largamente comentado alegato en pro de la dignidad y liberalidad del noble arte de la pintura, colocando orgulloso la cruz de Santiago sobre su pecho. Es así como, tres años después de su primera versión, el cuadro pasaría de ser una escena de alegoría a una “conversation piece”.




Pero a mi la cosa no me convence, tanto que las pruebas que aporta Bennassar son unos supuestos estudios técnicos sobre el lienzo, realizados en 1984 por la polémica Manuela Mena Marqués, conservadora del museo del Prado, tras la restauración del cuadro por esas mismas fechas. Conociendo la trayectoria posterior de esta mujer y leyendo sus escritos sobre Goya, sus tesis no me inspiran la menor confianza. Y aún más sabiendo que en el catálogo de la gran exposición dedicada a Velázquez por el mismo museo, pocos años después, en 1990, el gran Julián Gállego –autor de todas las fichas de las obras- no hace la más mínima referencia al “descubrimiento” de Mena cuando habla –largo y tendido- de las Meninas; muy al contrario, llega a afirmar que “no se advierten los arrepentimientos usuales en las correcciones velazqueñas… como ha demostrado la reciente limpieza del cuadro”.






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