Lo peor de lo que nos está pasando es la falta de transparencia. En ese registro, el "caso Bankia" va camino de convertirse en un ejemplo de libro. Quienes gestionaban las cajas sabían que el desajuste contable era una bola que crecía de manera imparable. Lo sabían y se supone que también el Banco de España estaba al tanto del inquietante desfase entre los apuntes y el valor real de los activos. Otro peldaño de esta escalera lo ocupan los políticos. Los directamente implicados en la gestión y, también, los miembros del Gobierno con carteras en Economía. Luis de Guindos ahora y Elena Salgado antes. Obvio resulta señalar que tanto Rodríguez Zapatero como Mariano Rajoy estaban al tanto de la situación. Ahora sabemos que Cajamadrid nunca debió fusionarse con las cajas valencianas hinchadas de activos tóxicos. Rato asumía la mala gestión de quienes le habían precedido pero ninguna autoridad salió al paso para defender a los accionistas. Mario Draghi (BCE), la primera autoridad bancaria europea, avergüenza a nuestra casta dirigente al decir que el proceso se ha hecho de la peor de las maneras posible. Tiene razón. Aquí con la excusa de no crear una situación de pánico nos han ocultado la verdad del agujero. Todo para el pueblo pero sin contar con el pueblo. Ese pueblo al que se le van a imponer nuevos sacrificios para salvar a Bankia del desastre. El rescate será el mayor de la Historia de España. La gestión del "caso Bankia" acabará pasando factura política a cuantos pretendan seguir ocultando la verdad de lo ocurrido. La gente traga y aguanta, pero no es tonta.
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