El pastillazo

El pastillazo

Jose Fernández
23:47 • 31 jul. 2012

No estaba muerto, ni tampoco estaba tomando cañas: estaba pidiendo medicinas. No les estoy hablando de mi ausencia en estos días de asueto, ni tampoco estoy tratando de versionar la famosa rumba del maestro Peret sobre su amigo Blanco Herrera, ese al que le pagaron su salario y sin pensarlo dos veces salió para malgastarlo, leré-leré. Esto no es más que el resultado del inquietante descubrimiento que acaba de hacer el Gobierno al detectar unas 150.000 tarjetas sanitarias de personas fallecidas que estaban plenamente activas y usadas por otras personas. Qué susto más grande: el abuelo comprando el Inistón desde el Valle de Josafat. Y es que nadie podía esperar que uno de los efectos de la aplicación del famoso copago fuera esta ceremonia vudú de afloramiento de zombies. España es, a efectos sanitarios, un país de muertos vivientes que piden medicinas que no los curan, pero que ahorran una pasta a sus deudos. Luego nos extrañamos de las cifras y nos marearán los datos de este pastillazo, pero el simple hecho de cruzar datos entre los Ministerios de Sanidad y Hacienda (ya se les podría haber ocurrido antes, por cierto) ha permitido descubrir que vivimos en un país arruinado en donde el fraude ocupa ya todas las dimensiones, normales o paranormales. Pero lo que me extraña es que este asunto no hubiera salido ya a la luz pública. No parece lógico que los abuelos se pasen años y años cargando medicinas en su tarjeta sin terminar de morirse y sin pasar por la farmacia. Más que una mala salud de hierro, lo que tenían estos muertos era una mala salud de cemento armado. Como la cara de algunos vivos. Pero vamos,  muy vivos.







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