Este periódico reunió hace unos días y por primera vez en un acto público no oficial a los alcaldes de la comarca de Poniente. La estampa de todos, juntos y en un clima de cordialidad, no tendría que tener ningún recorrido especial. En una sociedad globalizada nada debería ser más normal que el acompañamiento mutuo de quienes se sienten unidos por la proximidad geográfica, vinculados por intereses compartidos, concernidos por los mismos problemas y comprometidos por las mismas inquietudes. Nada, por tanto, debería haber hecho esa estampa singular; y sin embargo lo fue; ¿Por qué? Sencillamente porque desde que entramos en el siglo veintiuno hubo empecinados que creyeron que el calendario les trasladaba al diecinueve. Pero el tiempo es implacable y el ayer nunca fue mañana.
Sólo así puede entenderse que haya costado tantos años, no una imagen (que eso es sólo la anécdota que confirma la categoría de la normalización por fin alcanzada), sino- y esto es lo importante- la ruptura de aquella pugna tribal y trivial sobre la decadencia y la hegemonía de este o aquel municipio.
Está escrito que en “pueblos pequeños, infiernos grandes”; es verdad. Lo que no debería haber sido nunca verdad es el fortalecimiento intencionado de una concepción tan equivocada de la realidad y su futuro.
Resulta curioso recuperar los sonidos de algunos que hasta antesdeayer clamaban, en el paroxismo de su independentismo de opereta, pidiendo con ironía (pero también con soberbia incontrolada) que en El Cañarete pusieran una frontera imaginaria. Produce risa, pero no han sido pocos los que cayeron en la ensoñación de que algún día la capitalidad real estaría en su municipio y todo lo demás sería periferia. Algunos llamaron a la puerta de este periódico propugnando el disparate con insistencia; nunca la encontraron abierta.
En la otra acera también había “patriotas del Cañillo” que consideraban que la vida solo transcurría entre la Puerta de Purchena y la Plaza Circular y que el más allá comenzaba tras el túnel de Bayyana.
En este camino hasta el puerto de los intereses compartidos ha habido dos personas que han jugado un papel destacado en la carta de navegación seguida y en las modificaciones de rumbo que, a veces, ha sido imprescindible abordar. Gabriel Amat y Antonio Bonilla verán un día reconocido su esfuerzo para que el disparate no alcanzase dimensiones inquietantes. Cada uno desde su posición política ha sabido imprimir a aquella quimera la “finezza” de la estrategia que provocaría su derrota.
Es verdad que aún quedan rescoldos de aquella llama; que siguen existiendo personas que ven Murcia o Granada más cerca para hacer sus compras que El Ejido. Torpes.
Almería no es un territorio comanche lleno de desfiladeros por donde escapar individualmente. Somos un todo. Complejo; está bien. Pero compacto. Ahí radica nuestra fortaleza.
Si los agricultores de la Alpujarra no hubiesen bajado al mar, el sector agrícola que ha mostrado su extraordinaria fortaleza en la Fruit Atracción de Madrid no sería lo que es. Si los empresarios del mármol no hubiesen aprendido que el mercado del mundo está a la vuelta de la esquina y el conocimiento es una biblioteca que se va construyendo con la experiencia de quienes les antecedieron, hoy no serían los mejores en Europa en modelar la piedra y sus entornos.
Pero para continuar el camino es imprescindible encontrar liderazgos sólidos. Profesionales capaces de hacer transitar las ideas; tipos dotados de la convicción de que al progreso nunca se llega sólo; empren
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Pedro Manuel de la Cruz