No pasa un día en que en que las autoridades europeas tanto políticas como económicas no animen a Rajoy por la eficacia de sus reformas. La frase que resume todas las felicitaciones al Gobierno es que este país “va por buen camino”. Por su parte De Guindos todavía afina algo más el concepto diciendo, a quien le quiera oir, que “no hay otra alternativa”.
La gente que acaba de ir a la huelga, ya sea más numerosa o menos, parece que tiene otra versión del buen camino. De momento nos vamos pareciendo a Portugal, Grecia e Irlanda. Ya podría el Gobierno hacerle algún caso a sus administrados en vez de entregarse con alma corazón y vida a todo lo que digan por ahí fuera. No olvidemos que cada líder europeo tiene como objetivo esencial salvar la cara y ganar las elecciones en su respectiva nación. ¿A dónde podría conducir este divorcio del pueblo español con su gobierno si, en contra de lo que se dice en la Constitución, la soberanía popular fuera despreciada a pesar de que diariamente y a voz en grito se manifiesta en la calle? Claro que la típica soberbia del gobernante, sobre todo si se cree poseído por el aliento divino, no dará su brazo a torcer aunque todo el país sea un clamor imparable. Entre los que opinan que no hay otra alternativa y los que afirman que sí la hay, pienso que sería muy bueno que se acercaran para la comprensión y el diálogo. Este pueblo tiene al menos la evidencia de saber dónde le duele. No creo que le ocurra lo mismo a los que nunca tuvieron problemas de fin de mes y por tanto todo su saber económico puede ser meramente académico o de colegio de élite.
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