Entre la risa y la pena

El espectáculo de los medios adictos es memorable, pese a que no ofrecen novedades sobre lo que es su comportamiento habitual en estos casos. Yo es que me parto de risa con esas portadas, con esas tertulias, con esos comentarios. Pero al mismo tiempo me da pena por este pobre país, que se merece mucho más que esa feria de mentiras absolutas, de valoraciones ridículas y de graves ofensas a la inteligencia. Así que no sé por dónde tirar, si por la risa o por la pena. 

Pues lo voy a dejar en tirar por los dos caminos al mismo tiempo. Calcular en 35.000 los asistentes a esa manifestación gigantesca de Madrid en la tarde-noche de la huelga es una coz a la verdad, al sentido visual y al respeto a los españoles. Fue una de las concentraciones más numerosas que se recuerdan. Ellos han hablado, como siempre, de fracaso. La huelga general no fue seguida por todos los que hubieran deseado hacerlo, muchos por miedo a las represalias, muchos porque su precaria economía no les permitía prescindir del salario de un día. Pero todos acudieron a las manifestaciones,   un acto mucho más libre y, por tanto, significativo. El 14-N evidentemente hay que medirlo por las manifestaciones mucho más que por la inasistencia al trabajo. No creo que sea un acto inteligente hacer las mediciones de otro modo. Pero si quieren engañarse a sí mismos o hacerse trampa en el solitario, por mí como si se tiran de cabeza a un pozo. Estoy seguro de que no se creen sus mentiras ni sus valoraciones pueriles, pues sería impropio de unas cabezas medianamente dotadas para la observación y el análisis. Estoy seguro de que no se lo creen, porque sé que no son tontos de remate, pero tampoco puedo jurarlo.