Se dice que los griegos del Bajo Imperio sostenían debates especulativos sobre temas tan extraños como el sexo de los ángeles; este empeño, ya raro, lo era mucho más si, como se cuenta, los turcos estaban a punto de tomar Constantinopla, por lo que hubiera sido más coherente el pensar en su defensa y no en los angelitos. De este hecho procede la famosa frase “Discusión bizantina”, con la que significamos nuestro repudio por trifulcas ociosas que no tienen en cuenta los problemas auténticos y apremiantes. Esta idea la aplicamos a veces a nuestros políticos, sobre todo cuando percibimos que cierta cuestión no es prioritaria en determinado momento. Pues bien, incluso en esos casos el lenguaje político utilizará esos mecanismos a los cuales aludíamos en nuestro artículo anterior. Por ejemplo, la repetición.
En los discursos políticos encontramos varios tipos de repetición. Así, el arquetipo es el que se da con la insistencia en el uso de un término por encima de los demás; así, libertad, seguridad, democracia, crisis, asistencia sanitaría, nación, país, recortes, ajustes, etc., son vocablos que, según quienes los empleen, suelen dar un matiz ideológico al mensaje. Un estudio reciente sobre cierto discurso del presidente de Ecuador, Rafael Correa, muestra el uso constante del término revolución, a veces solo o a veces con distintos adjetivos: revolución ciudadana, como sinónimo de cambio que tiene como agente la ciudadanía; revolución universitaria, cambios revolucionarios, para referirse a la reforma de la política salarial que se promovía desde su Gobierno, etc. Algo normal por parte de un presidente calificado, negativamente por la oposición, como populista.
No es extraño, por consiguiente, que en nuestros días, tras un acontecimiento político importante, los analistas utilicen el “Wordle”, una herramienta que hace ‘nubes de palabras’ a partir de lo dicho en las intervenciones, lo que permite conocer qué términos son más usados y cuál ha sido su frecuencia. Por ejemplo, en 2011, el presidente del Gobierno, en su discurso inicial sobre el estado de la nación, empleó por encima de las demás tres palabras: "gobierno", "crisis" y "empleo", lo que conocida la situación del país pues no nos ha de extrañar. Rajoy, las que más usó fue gobierno y españoles (tras los cuarenta casos en que usó "señor" "rodríguez" y "zapatero").
Pero nosotros, al hablar de repetición queremos referirnos también a otra estructura diferente, la denominada serie enumerativa. ¿Qué es una serie enumerativa?
Se dijo durante un tiempo que Obama fue elegido presidente por sus discursos, en los que determinados mecanismos oratorios (entonación, series enumerativas, musicalidad, las pausas, los silencios) sobresalían por encima de lo demás; estos eran el reflejo de sus modelos: la Biblia, la iglesia baptista o Martin Luther King. El 27/IX/2008 tuvo lugar el primer cara a cara entre los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos. La mayoría de la prensa coincidió: a) en que no hubo un ganador claro; b) en que el debate resultó algo aburrido, y c) en la actitud enormemente cautelosa de ambos aspirantes. Y también destacó parte de esa prensa el siguiente enunciado –formado por una contundente serie enumerativa- como la mejor y más rotunda frase de Obama en todo el debate:
Hablas siempre como si la guerra hubiera empezado en 2007, pero la guerra empezó en 2003, y en ese momento, cuando la guerra empezó tú
dijiste que iba a ser rápida y fácil, y estabas equivocado
dijiste que sabíamos dónde estaban las armas de destrucción masiva, y estabas equivocado
dijiste que íbamos a ser recibidos como libertadores / y estabas equivocado
Pero este tipo de estructuras, tan antiguo, sigue siendo hoy uno de los mecanismos que más encontramos en los discursos políticos. ¿Qué persona que tenga una edad determinada no recuerda a Adolfo Suárez, en 1977, como candidato de UCD a la presidencia del Gobierno, prometiendo lo que iba a hacer si los españoles le dábamos nuestro voto:
Puedo prometer y prometo que nuestros actos de gobierno constituirán […]
Puedo prometer y prometo intentar elaborar una Constitución […]
Puedo prometer y prometo, porque después de las elecciones ya existirán […]
etc.
Para concluir en la octava serie, o sea en la octava vez que repetía la misma estructura con el cierre siguiente:
Puedo, en fin, prometer y prometo que el logro de una España para todos no se pondrá en peligro por las ambiciones de algunos […]
Hemos citado estos dos casos por ser los más conocidos, pero los discursos actuales de nuestros líderes están llenos de estas estructuras, aunque quizás no tan largas como la del expresidente Suárez. Pero haberlas haylas. De algunas otras y de la intención que persiguen quienes las emplean hablaremos en quince días.
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