No creo que haga falta un artículo más en un periódico de provincias dentro del revuelo mundial que ha levantado la dimisión/retirada del Papa Benedicto XVI. Para que no se diga que no estamos con la actualidad, vayan estas pocas líneas. Existen dos formas de enfrentarse a este suceso. La mirada de la fe sobre la que no faltarán expertos eclesiales dado el número de católicos que hay esparcidos por el orbe y la mirada histórica o sociológica. Esta última es mi postura. En realidad a nadie debería extrañar que ante una responsabilidad tan enorme hoy día como es dirigir la nave de Pedro, el Papa, al verse impedido, enfermo y sin fuerzas, decidiera ceder el mando en bien de la Iglesia. Ocurre en las grandes empresas, en las familias, en los equipos. Y no solamente es eso. También se ha hablado de lobos en medio del rebaño. No hay mucho lugar para la alegría. Sacerdotes amancebados, sacerdotes pederastas. Luchas internas por el poder vaticano. El número de católicos disminuye frente al avance de otras religiones. Todo ello exige algo más que un viejo cansado. Lo más grave quizá de detener es el avance de la ciencia y el relativismo moral al que este Papa se ha enfrentado con gran preparación teológica. Los tiempos pues estaban pidiendo una sustitución que estuviera a la altura de las circunstancias. Benedicto XVI lo ha sabido ver en conexión con sus 86 años y su falta de fuerzas físicas para a llevar adelante tan inmensa tarea. Coherencia se llama esta figura. Se ha repetido mucho estos días los 500 años que hace que no sucedía un suceso igual. Más mérito para este Papa. Aquí aprenderán esos políticos que no dimiten ni aunque los arrastre un tsunami. Ellos son los que siguen creyendo que los ha puesto Dios y no el pueblo. Por eso no se van.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/38416/la-gran-dimision