Les confieso que tenía pensado hablar en esta nota sobre el Día Internacional de la Poesía. Me parecía que en el frontispicio de la primavera era interesante aparcar un poco la prima de riesgo y el galimatías chipriota en beneficio de una concepción más altruista y poética del mundo. Pero la noticia de que pueden cerrar en breve el Observatorio Hispano-Alemán de Calar Alto ha trastornado mi objetivo hasta el punto de preguntarle a Rajoy qué está haciendo por la cultura. Muchas cosas no nombra siquiera nuestro Presidente absorto en la llamada de la Merkel y el objetivo de déficit, pero en punto a las cosas de la cultura es que no se le oye una palabra. En este plan es tonto quererle convencer de la trascendencia del espacio profundo. El parpadeará un poco, hará un mohín con los ojos y dirá: “¿Pero por el amor de Dios, ¿cómo quiere que me ocupe de los astros con los millones que debemos?”. Puede que haya mucha gente que la cultura le traiga sin cuidado, pero sin investigación, sin cine, sin grandes orquestas, sin poesía, sin educación pública, esto es un aburrimiento transcendental. Menos mal que como compensación tenemos algo de toros y de flamenco, los toros para recordarnos el drama ensangrentado de la vida, y el flamenco para empaparnos de ese ay de la existencia. Sería cuestión de preguntarse cómo se enriquecieron los defraudadores del dinero a Suiza. ¿Qué inventaron? ¿Fomentaron el I+D+i? Una de las cosas más tristes de esta crisis es ver a los médicos y enfermeras gritando por las calles. Hay una austeridad que no conduce más que a la muerte. A quienes esperan un trasplante, no le contéis la milonga de que no hay presupuesto. Y este país poco a poco parece abocado a la UVI.
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