Hoy es Jueves Santo y todo huele a fraternidad y a flores silvestres. Un Jueves de esos que el refrán afirma que brillan más que el sol. Me detendré en la cafetería de la esquina a comerme un chocolate con churros, compraré el periódico por pura inercia sin una palabra de política entre los contertulios, y luego me internaré por el parque hacia el mar. Qué raro que ir al mar sea gratis. Hay quien le pondría una verja de hierro y lo explotaría los fines de semana.
En este país religión y política se confunden debido a encarnadísimas guerras que no voy a contar ahora. Este pobre periodista se tira todo el año amarrado a una columna, como un Cristo salvando las distancias; no quiere esta vez meterse con el PP ni con el PSOE. Guardaremos la crítica para otro día. Hoy llaman la atención las torrijas, los monumentos, los canarios enjaulados junto al altar, la costumbre de saludarse entre vecinos que llevan años sin hacerlo, las campanas algo menos odiosas de las iglesias, el rumor de fiesta de las marchas procesionales, las salidas al campo que está como una novia en primavera, en fin, que el costalero murmurador de la crisis que tanto pesa, y que está en ay ya cinco años, se sienta aquí y se toma un pequeño refrigerio . No hablaré tampoco de los desahucios.
Ahora hay políticos que se quejan porque la gente se mete con ellos. A esto le llaman “escrache”, tomado de Argentina, una moda antidemocrática, desde luego. Pero hay que recordar que los políticos no movieron un dedo para evitar las escenas crueles con suicidio incorporado.
El Stop. Desahucios quiere decir que “sí, se puede• incluso con le negativa de Rajoy. Menos mal que la Unión Europea ha echado un cable. Y finalmente, como pasa siempre el problema deriva hacia la violencia de los nazis. No, por Dios. Estamos en Jueves santo, Día del amor fraterno.
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