Seguimos en horas bajas. A estas alturas de la película no hay demasiadas razones para entusiasmarse con el argumento o los actores del reparto. Siempre nos quedará el fútbol. Siempre nos quedará la Roja para autoconvencernos de que habrá final feliz. En una crisis como la que nos agobia, el efecto placebo tiene su importancia a la hora de aplicar la terapia al paciente. Hemos sido capaces de destacar en este deporte importado hace poco más de un siglo de la Inglaterra que buscaba tesoros minerales en el sur de España. Así que, en teoría, tampoco nos debería costar mucho trabajo salir de los últimos lugares de la clasificación de los países valorados en función de su autoestima.
Quienes tuvimos el privilegio de acompañar este martes a la selección española de fútbol, que reinó en el estadio parisiense de Saint Denis, volvimos a sentir lo que significa el ajeno reconocimiento sobre la parte no averiada de la marca. Una marca seriamente desprestigiada a ojos de sus propios hacedores. Por eso hablo de baja autoestima a escala colectiva. Leer la prensa francesa del día después del 0-1 nos permitió el sueño de conquistar en otros ámbitos de la vida nacional lo que ya hemos logrado en los deportes de equipo.
Todos los medios de comunicación del vecino país se rindieron a la superioridad técnica del equipo pastoreado por ese honorable señor del deporte que responde al nombre de Vicente del Bosque. Junto al unánime subrayado francés de que el triunfo español restablece la normalidad en la tabla clasificatoria para participar en el Mundial de Brasil, a celebrar en 2014 (durante una semana la cabeza estuvo ocupada por Francia, tras el sorprendente empate de España con Finlandia), el otro impacto mediático del día después fue la señal de alarma que saltó al hacerse públicas las cifras del paro correspondientes al pasado mes de febrero: 3.187.700 franceses buscan empleo.
Creo que a los cientos de españoles que el martes se paseaban por los Campos Elíseos envueltos en la bandera nacional no les hubiera importado cambiar el signo de la efímera gloria deportiva, de la que ahora vamos sobrados, por esa otra gloria de beneficios tangibles y efectos multiplicadores en el día a día de nuestra gente.
Pongamos que estamos hablando de la salida del túnel de la crisis económica que nos trajo paro, desigualdad, pobreza, desaliento y un considerable bajón en nuestra autoestima como país.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/40358/espanoles-en-paris