Tras la exclusión de ‘El coloso’ del catálogo goyesco por Manuela Mena, a esta conservadora-jefe del museo del Prado le crecen los enanos. Casi toda la comunidad científica ha reaccionado en contra, con argumentos que demuelen sus razones arbitrarias, caprichosas y con una ausencia total de pruebas documentales. El primero fue Nigel Glendinning -máxima autoridad en Goya, fallecido hace poco- en equipo con Jesusa Vega. Y últimamente Carlos Foradada, con pruebas concluyentes, que vienen a demostrar lo que el ojo mínimamente experto y formado en la visión de la obra del aragonés aprecia a todas luces.
El problema de fondo es que Wilson-Mena llevan mucho tiempo intentando dar una imagen conservadora de Goya en lo artístico. De sus ensayos se desprende que no les gusta el Goya exploratorio, abocetado e impulsivo, el que abrió los caminos del arte contemporáneo. O no lo entienden. Prefieren el dieciochesco y pretenden extenderlo a toda su vida y obra. Quieren demostrar, a toda costa, que ‘la familia de Carlos IV’ y los retratos de Fernando VII son políticamente correctos, no tienen indicio de crítica por parte del autor, y además se pintaron para glorificar a la monarquía; idea, según Mena, compartida por el propio Goya, fiel servidor de sus amos. Mena piensa en Goya como un artista a la usanza del barroco, con un taller y colaboradores que le alivian parte de su trabajo. Esto es rotundamente falso; Goya no compartía obras. Lo que es suyo, lo es enteramente. Esteve copiaba sus retratos por encargo, pero fue un artista independiente.
La última exposición ‘Goya en tiempos de guerra’ podría haber sido un buen momento para exhibir buena parte de los cuadros del inventario de 1812. El problema es que hace tiempo, guiándose únicamente por sus gustos, Wilson-Mena excluyeron un montón de obras auténticas, fascinantes, pintadas en buena medida con la espátula de caña, invento genial de Goya, llevado a unas alturas expresivas absolutamente inauditas para la época. Me refiero a obras como ‘el coloso’ del Prado, ‘el globo aerostático’ del museo de Agen, ‘ataque a una fortaleza sobre una roca’ del Metropolitan, ‘las jóvenes’ del museo de Lille o ‘plaza partida’ y ‘procesión en Valencia’. Todas ellas rechazadas por estas dos ‘expertas’ y todas ellas claramente obras de Goya. Así lo evidencian el fraseo y cocina de su pincel y su espátula, idénticos a obras como ‘los fusilamientos’ o ‘el dos de Mayo’.
Creo que hay que actuar con más seriedad y rigor. No se pueden eliminar un buen número de obras de enorme calidad del catálogo de Goya, hechas por una misma mano, y no buscar quién pudo haberlas realizado. Es una postura muy cómoda ante un camino difícil, cuyo resultado inevitable sería la aceptación de que son goyas.
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