Después de varios miles de artículos escritos, uno comienza a cansarse de este oficio y a mirar las cosas con cierta perspectiva. Con el tiempo he aprendido que el conflicto social capital-trabajo es permanente y que casi todo lo que pasa son expresiones más o menos explícitas, más o menos enmascaradas, de la lucha a muerte entre derecha e izquierda. Si todos estuvieran persuadidos de que la vivienda es un derecho y que los desahucios son una canallada del sistema, no habría por qué enzarzarse en tantos jurisdicismos de uno y otro lado, sino que habida cuenta de que sobran viviendas, solucionar el problema cuanto antes. Al partir de aquí podemos describir la fauna rabiosa que se agita bajo las tinieblas del dinero. No siento ninguna simpatía por ese señor que se levanta a las once de la mañana, desayuna en una cafetería de moda y luego se va a ver cómo anda la bolsa, ya no habla de otra cosa que del 6´5. Es díficil conocer los altibajos del dinero, pero oir a este señor hablar de epidemias, guerras, terremotos, invasiones y sequías misereres como aliciente para el engorde de sus acciones pone los pelos de punta. Como diría Sampedro, aquí no hay más Dios que el Evangelio según San Lucro. Otra cosa que cada día se me hace más insoportable es la labor de los partidos políticos mayoritarios. Saben que van a seguir alternándose, por eso no se atreven a coger el toro por los cuernos, su trabajo día a día es enviarse puyas mutuas para ver quién es más demócrata al margen del pueblo. Aquí tenemos un verdadero surtido de hipócritas. Está el corrupto amigo del contrabandista que gana las elecciones. Está quien se hace rico alegando que no ha hecho otra cosa que servir a la comunidad. En tal contexto nada tiene de particular que vaya aumentando la coacción contra los políticos después que el administrado se siente de abril engañado.
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