En el ojeo diario de los periódicos encuentro un titular de La Voz de la semana pasada que sorprende mi interés periodístico: “Alcaldes y empresarios quieren una costa “libre de paparazzis”. La edición del pasado lunes recoge el malestar causado a ediles y hosteleros por el acoso al que se vio sometida la princesa Victoria de Suecia y su familia por parte de los “paparazzis” durante su estancia en Aguamarga, un hecho que consideran que ha producido un grave perjuicio para un modelo turístico como el almeriense, basado en la tranquilidad y en un cierto “anonimato” que atrae a personajes famosos”. Alcaldes y empresarios coinciden en rechazar la presencia de los “paparazzis” –informadores, al fin y al cabo- en las costas almerienses, en las que por el perjuicio económico que acarrean serán considerados “personas non gratas”.
Con absoluto respeto a las opiniones de los representantes públicos, los alcaldes, y de los empresarios, los hosteleros, el trasfondo del tema alberga la gratuita inculpación de los fotógrafos de prensa de unas consecuencias negativas en cuanto al resentimiento del sector turístico por la carencia de condiciones en la costa almeriense para que personajes famosos y populares acudan a nuestro litoral, por el acoso que pueden sufrir. El razonamiento de ediles y empresarios para argumentar tan extravagante rechazo no escapa a su lógica, pero puede crear ciertas dudas acerca de la libertad para el ejercicio de la profesión periodística, por más que se deteste la llamada prensa “rosa” o del corazón, o por más que algunos periodistas no compartamos el objetivo informativo ni ciertos procedimientos al uso en la prensa “rosa”.
“Espantada” y ética
En la referida información se vierten algunas respuestas por parte de los ediles entrevistados que cuando menos resultan exageradas, como afirmar que los “paparazzis” son “un peligro para Almeria”, o defender una costa “libre de paparazzis”, como si alguien o alguna institución tuviese capacidad para decidir quién puede tener acceso y quién no a determinados lugares de nuestra provincia, o acaso es que se pretenden convertir determinados rincones de nuestro litoral en unos “paraísos” reservados solo para esos llamados “ilustres visitantes”. La “espantada” de la princesa Victoria de Suecia de Aguamarga por el supuesto acoso gráfico es algo personal, y establecer una comparación entre su estancia en Almeria con su situación vivida en Marbella parece un tanto fuera de lugar. No se puede olvidar que los paparazzis están porque hay prensa “rosa” y ésta existe porque, nos guste o no, tiene su audiencia y sus lectores. La “guerra” entre famosos y “paparazzis” es otro cantar, pero, en ningún caso, a éstos se les debe considerar como “un peligro para Almeria” ni para ningún otro lugar, pues actúan en el ejercicio de un derecho constitucional; otra cosa será su manera de trabajar y su ética.
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