Movidos por una inabarcable irresponsabilidad, la mayor parte de responsables del Partido Socialista no dudan en sumarse a la cómoda corriente a favor de los atosigamientos domiciliarios, en lugar de poner pies en pared y lanzar un mensaje claro contra estas bandas de acosadores. El otro día escuché en la radio al secretario general del PSOE almeriense, José Luis Sánchez Teruel, asegurando que comprendía las razones de los que se concentran ante las viviendas o sedes consideradas susceptibles de meneo. En este sentido, cabe destacar que el mencionado Sánchez Teruel acompañó la otra mañana a los indignados de guardia que se pasaron por la sede del PP en el Paseo para anunciar, con esa ejemplar tolerancia democrática de la que alardean, que su próxima visita sería con dinamita, manifestando así su única relación posible con el apellido Nobel. En todo caso, sorprende que veteranos dirigentes socialistas como Felipe González o Manuel Chaves hayan llamado ya la atención a los suyos acerca de sus coqueteos con este radicalismo incontrolable, mientras que dirigentes más jóvenes, como el señor Sánchez Teruel, no dudan en sumarse al coro de los megafonistas, convencido de que las aguas turbulentas favorecerán su pesca de votos. Pero claro, lo que olvidan estos recién llegados es que no hay nada más volátil que un megáfono y que, a lo mejor, también es comprensible que haya gente cabreada por el robo de los ERES o por el modo en que el PSOE gestionó las preferentes o por ver a sindicalistas con colchones forrados de euros. Habría que ver entonces lo que no dirían si sus sedes o casas fueran objeto de escraches.
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