El Gobierno se encuentra cercado por completo por la crisis económica creciente e implacable, por la contestación social y popular cada vez más activa, por el hundimiento en las encuestas y por la corrupción política (especialmente casos Bárcenas y Gürtel). Lo admirable es que Rajoy no haya arrojado ya la toalla y que sus ministros se sigan comportando como si nada, como si esto fuera un contratiempo superable en un pis-pas. El PP se quedó solo en el Parlamento en la aprobación de la ley de reforma de los desahucios, hecho que retrata su situación en los niveles políticos generales.
Si a eso se une el hecho de que todos los sondeos lo presentan por los suelos, nos daremos cuenta de su verdadera situación, pese a que no quieran verla y se inventen toda clase de explicaciones absurdas. Parece que no oyen la voz de la calle pero que tampoco escuchan la de los medios informativos no incondicionales. Las historias de Bárcenas y el PP son abracadabrantes, y ellos se conforman con negarlo todo y amenazar o más que amenazar a todos por publicarlas. Lo del fraccionamiento de los pagos es algo tan evidente que sorprende que alguien pueda negarlo. Y lo de los sobresueldos como gastos de representación tampoco ofrece muchas posibilidades de convertirlo en noticias inventadas. Las explicaciones que de vez en cuando da ahora la señora Cospedal solo suelen ser motivos de risas y de escarnio, quizá más que las de Montoro y algún otro ministro o ministra. Pero ellos lo interpretan como manifestaciones del enemigo político o de los de siempre para descalificar la magnífica gestión que vienen haciendo desde que hace quince meses comenzaron a gobernar. Todo es absolutamente inútil, las gentes no se lo creen y lo que hacen es endurecer cada más su mirada y su acción frente el Ejecutivo, hasta que llegará un momento en que esto no aguante más.
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