El pasado día 13, hace poco más de una semana, se celebró el Día Internacional del Beso para conmemorar el primer beso registrado más largo de la historia, cuya duración está fijada en 46 horas, 24 minutos y 9 segundos, todo un récord de excelente forma muscular de sus protagonista, la pareja tailandesa integrada por Ekkachai y Laksana Tiranarat, quienes mantuvieron unidos sus morritos durante casi dos días en la atractiva localidad costera de Pattaya, sl sur de Bangkok. La efeméride, además de curiosa, resulta, como otras muchas conmemoraciones, un tanto extravagante.
El beso, ese acto de comunicación interpersonal que dicen los expertos libera gran cantidad de endorfinas, la conocida como hormona de la felicidad, hace quemar a los besantes una media de trece calorías por beso. El beso ha sido y es objeto de una prolija literatura que abarca numerosos aspectos, por no hablar de la histórica filmografía que recoge los mejores besos del celuloide: el que John Rice y May Irwin se regalan durante 47 segundos en el musical “The Window Jones”, considerado como el primer beso de la historia del cine, o el que Golfo y Dama se dan en “La dama y el vagabundo”.El cine ha retratado besos para todos los gustos.
Hablando de besos
Hay besos generosos, besos dulces, amargos, fingidos, traicioneros como el de Judas y hasta asesinos. Días atrás participaba en una amena conversación acerca de la temática que antecede. Mediada la tertulia se terció una trágica historia real acontecida en los límites geográficos de nuestra provincia. Un familiar de quien puso voz al relato, varón apuesto, con presencia y de nombre Amós, anduvo en cortejo durante la posguerra con una hermosa dama, atractiva hasta el tuétano, delicada, sensual y simpática, Azucena de pila, e hija del único boticario de la localidad que acogió tan deleznable suceso. A la caída del crepúsculo de una aciaga jornada Amós acudió, como todos los días, a cumplimentar a su amada, que le aguardaba en el zaguán de la botica. Tras la visita amorosa el galán se dispuso a abandonar la casona que ocupaba la familia del farmacéutico. Azucena despidió a su novio con un beso apasionado a través del hueco de las rejas de uno de los ventanales de la planta baja de la casa. El joven regresó por el itinerario habitual. Al salvar un repecho de la calle se sintió encañonado por alguien que le espetó : “!Tú eres el afortunado, pero hasta hoy!”. Un mortal disparo acabó con la vida de Amós. Semanas después fue detenido en un pajar el autor del crimen, un osado pretendiente de la hija del boticario que huía de la Justicia. Azucena murió en soltería. Dicen en el pueblo que nunca faltaron flores frescas en la tumba de Amós, pero también hay quien recuerda que el beso de Azucena fue un beso asesino.
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