La tarde languidece indecisa sobre los tableros de metacrilato de los veladores de diseño que conforman el mobiliario del local con renombre musical. En “La vie en rose” conviven diferentes ambientes: el de una juventud ávida por descubrirlo todo, entre la que no faltan universitarios erasmus y graduados que planifican su incierto futuro laboral, y el de una variopinta generación de profesionales de mediana edad que acuden a este establecimiento para rememorar los viejos tiempos de la lucha antifranquista con ribetes musicales de la chanson y supervivientes consignas del 68, con el aire fresco, innovador, y prometedor de unos jóvenes formados, preparados y valientes que quieren pisar firme en un mundo a conquistar.
Mientras Edith Piaf da nombre a la acogedora taberna, los acordes de “ La mer”, de Charles Trenet, o “Le méteque”, de Moustaki, ponen música a la cándida voz de Juliette, una graduada en Historia, natural de Lyon, que ha querido conocer Andalucía antes de viajar a Chile en compañía de su amiga Marina, graduada en Ingeniería Química, y descendiente de Charles Souchon , un famoso ingeniero de minas que anduvo algún tiempo por tierras almerienses, a finales de los años veinte del pasado siglo, y a quien sus obligaciones profesionales le llevaron a Chile, en donde llegó a presidir el Instituto de Ingenieros de Minas del país latinoamericano. Marina visitó Almería en los últimos meses, anduvo por las viejos vestigios mineros de Almagrera e intentó revivir el frustrado sueño de su inteligente ascendiente.
La cadente voz de la joven relata entre lagunas la última visita de su antepasado a tierras almerienses, escuchada en boca de su abuela cuando apenas besaba la adolescencia. Las aguas almerienses del Mediterráneo, asegura, estaban tranquilas aquella tarde estival de principio de los años treinta en la que había atracado en el puerto el moderno trasatlántico francés “Campana”. El buque se detuvo en nuestro puerto para hacer escala y cargar pasaje y mercancía. Su destino era Buenos Aires. A bordo del buque viajaban el ingeniero Charles Souchon y su esposa, quienes durante más de dos años habían residido en nuestra provincia, en donde el técnico francés se había ocupado de algunas explotaciones mineras. La breve estancia portuaria de los viajeros galos fue aprovechada para disfrutar de un corto paseo por las inmediaciones de las instalaciones portuarias y para saludar a algunos viejos conocidos con quienes les unía una buena amistad. El testimonio de la abuela sobre la etapa almeriense, recuerda Marina, hablaba de una tierra dura e inhóspita, de unos paisajes únicos, de unas gentes acogedoras y hospitalarias. Pero, sobre todo, de una gran admiración y cariño por esta provincia a la sus antepasados desearon volver para fijar su residencia. El “Campana” partió mar adentro hacia su destino. El ingeniero francés no regresó nunca más a Almería. Su sueño se lo llevó el “Campana”.
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