El Farenheit veraniego de la lectura

Dice Beatriz de Moura,  fundadora de la editorial Tusquets Editores, empresa que se salvó en buena parte por el acuerdo con la compañía Planeta Corporación,  que vivimos en este momento un “Fahrenheit  451” : no se  queman los libros pero lo cierto es que desciende el nivel de lectura entre los ciudadanos.

La gente  no quiere hoy en día leer y en consecuencia    se va al garete la facturación en las editoriales, se producen despidos en las librerías, los tirajes de otras épocas son hoy imposibles, un caos socioeconómico  y cultural, en  suma.

 Coincide la debacle lectora con la entrada del verano, un tiempo tradicionalmente propicio para el encuentro reflexivo con el libro, antídoto a tanta tecnología audivisual desalmada . 

Y no nos dejemos impresionar por los programas culturales veraniegos de los ayuntamientos porque , analizados en profundidad, casi todos van encaminados al espectáculo fácil del entretenimiento: la cantante de moda, el  último éxito en la  farándula discotequera. El flamenco de siempre. Claro, la gente asocia  el calor, la natural relajación de   las  vacaciones veraniegas y, por supuesto,  los males intrínsecos de la crisis, con la idea de que no debemos calentarnos la cabeza demasiado tratando de hacer un esfuerzo para comprender mejor  el mundo que nos rodea.  

Siempre me llamaron la atención esas entrevistas realizadas a vuela pluma,  muy propias  del relajo de los meses del estío, en que el político de turno anuncia que se marcha unos días de vacaciones con la maleta llena de libros para leer durante esas jornadas de descanso. 

La verdad es que me hacen dudar de que se pueda leer tanto  en tan pocos días, y sobre todo, sin dejar la fiesta en los correligionarios o la  partida  de padel con el guarda de la finca. 

También  en  la lectura se ha colado el prurito electoral y luego pasa lo que pasa. Se oye cada baladronada en los mítines de los partidos que te  mueres. Aquí tardaremos todavía algún tiempo en ver realmente lo sucedido en Islandia.  Como dice Helgason,  allí supieron remontar la crisis apostando por la cultura.