La polémica sobre el Toblerone

La polémica sobre el Toblerone

Kayros
01:00 • 11 jul. 2013

Más que sorprendido lo que estoy es conmocionado  por la cantidad de opiniones  sobre la conservación o derribo del silo con nombre infantil de una conocida chuchería de chocolate.


 En los años setenta, ante la insistente queja de los  vecinos  de las barriadas de el Zapillo y Ciudad Jardín por los estragos del polvo rojo de mineral que manchaba sus vidas forzaron a la administración a que levantara un catafalco protector en los solares de la  Compañía Andaluza de Minas. 


Con los años el polvo se acabó y los trenes humeantes  dejaron  de  acudir  al cargadero. Por encima del solar, hoy recalificado por el Plan de Ordenación Urbana, sobrevolaron los mas bellos proyectos municipales desde  de dotaciones culturales hasta una ciudad modélica con lago incorporado. 




Pero unas  veces por falta de dinero y otras porque había que esperar, lo cierto es que el Toblerone se degradaba y ahí seguía mudo como una momia. Ya digo que son muchas las opiniones que salen a relucir. Podríamos agruparlas todas ellas en dos categorías: las de los que piensan que el silo forma parte de nuestro patrimonio industrial, sentimental y colectivo, obra singular y metáfora de lo que fuimos, y las que optan por la demolición y lo que no da dinero mejor tirarlo y a otra cosa mariposa. A lo largo de la historia, los ciudadanos almerienses, sufridores donde los haya, han sido víctimas del síndrome de Estocolmo. 


Al final se enamoran de sus cuevas y son capaces de reinventarse  alguna teoría sobre la belleza del  sufrimiento. Ahora vemos  que hay quien siente la caída  del Toblerone porque por allí cruzaba las vías para ver a su abuela. 




Claro, las gentes del corazón están tan escarmentadas que me extrañaría mucho que vieran siete torres de veinte pisos cada una de ellas detrás de la cizalla mecánica de la demolición. 


Bien, los solares están ya recalificados urbanísticamente. Existe un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y todo será al final como se quiera hacer. Yo conocí a varios  de los ingenieros que levantaron aquel mamotreto, hoy degradado, y puedo asegurar que no tenían conciencia  de estar levantando ninguna catedral de Burgos.





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