Un pelotón del batallón Atlácalt de la Fuerza Armada de El Salvador, bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, asesinó en la residencia de la Universidad Centroamericana de El Salvador al filósofo, escritor y teólogo Ignacio Ellacuría, junto a otros cinco jesuitas, una empleada de la residencia y a una hija de ésta, de tan solo 15 años de edad. Aquellas muertes conmovieron al mundo, en general, y a la orden de los jesuitas, en particular. Trece años después me encuentro con otro jesuita, José Vilchez Líndez, andaluz, compañero de Ellacuría en Innsbruck (Australia), quien habla de él con afecto y reconocimiento : “Fue compañero mío, estudiamos juntos y fue un mártir de sus ideas sobre la Teología de la Liberación”. Una Teología sobre la que el padre Vilchez precisa que tuvo su época, pero su inclinación hacia los pobres y necesitados creó un poso que cada vez penetra más en la Iglesia. Con 86 años a sus espaldas, José Vilchez Líndez está considerado como el más prestigioso teólogo exegeta de la Biblia, quien, en palabras del periodista Antonio Ramos, “ha trabajado en la Iglesia profunda, desde la fe y el silencio..De esa Iglesia a la que el Papa Francisco, también jesuita, intenta rescatar de tantos buitres y advenedizos que pululan no solo por la Santa Sede, sino por todo el orbe”.
Sabio de sabios, el padre Vílchez, emparentado familiarmente con Juan Fermín Vilchez, uno de los más veteranos y reconocidos diseñadores españoles de diarios y publicaciones, tiene muy claro el papel de la Iglesia de nuestros días, una institución que, en su opinión, y sin confundirla con el Vaticano, debe estar con el pueblo y acercarse más a los pobres y necesitados, frente a la concepción que tiene el Vaticano, entre comillas, “de ser una estructura férrea, autoritaria, y eso probablemente se va a resquebrajar.” Sencillo, humilde y honesto, este jesuita apuesta porque debe haber otra Iglesia.
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