Ha periclitado el mes de agosto, vacacional y festivo. Un mes que por caprichos del calendario ha traído adelantadas algunas festividades, como la de la patrona almeriense en cuyo honor se han celebrado los fastos según la tradición.
Pero no ha sido esta festividad la única que se ha visto algo demudada en la cronología tradicional de patronazgos y celebraciones festivas, que como la pólvora han corrido por todo lo ancho de la geografía provincial. No ha habido lugar, pueblo o aldea, que haya dejado llegar el crepúsculo agosteño sin celebrar sus fiestas conmemorativas. Lo importante es que llegaban las fiestas y había que diverirse.
La festividad de la Virgen del Mar ha coincidido este año con el día de San Bartolomé o Nathaniel, uno de los doce apóstoles que según la tradición cristiana fue crucificado bocabajo por orden de Astiagus, hermano Polymios, rey de Armenia. San Bartolomé es el patrón de Los Cerricos, una recóndita y acogedora aldea orialeña. Tal es el empeño y dedicación que los curtidos vecinos dedican a esta conmemoración que poco antes de mediados del siglo pasado los avatares de la vida pusieron a prueba a una conocida y numerosa familia de la localidad. Cuando estaba todo dispuesto para la fiesta, quiso el destino que la abuela de la citada familia pasara a mejor vida. En la mañana del día del santo los hijos y nietos de la buena mujer la encontraron inerte. Reunidos en torno a la difunta decidieron no comunicar a nadie el fallecimiento de la finada. Pensaron que San Bartolomé y sus paisanos les agradecerían dejar la mala noticia para el día siguiente. Como si nada hubiese ocurrido los familiares afectados se sumaron a la festividad. Los descendientes de la fallecida siempre han pensado que actuaron con sentido de la responsabilidad, pues la abuela y el cielo, podían esperar, el patrón no.
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