“¿Esto va mejor?...”

“¿Esto va mejor?...”

Diego Cervantes
01:00 • 08 sept. 2013

El verano no ha traído mejores aires al turbio y sombrío panorama de la política española. Se iniciaron las vacaciones con el espectáculo de un Presidente, que tras ser llevado a rastras para dar explicaciones al Parlamento, mintió a la representación de la soberanía popular engañando sobre sus relaciones con Barcenas. Ha acabado agosto con datos sobre el paro que el PP anuncia como un gran logro de su política: “Los parados han bajado en 31 personas” ¡Enorme resultado!  Silencian el dato de casi cien mil afiliados menos a la seguridad social que han dejado de cotizar. Aquí en Andalucía, desde Sevilla, que aun sigue muy lejos de Almería hasta en el tono, Susana Díaz trae la promesa de “un nuevo tiempo” y acomete con frase lapidaria: “una lucha sin cuartel contra la corrupción que me avergüenza y que me propongo combatirla en todos los frentes”. Los humoristas, como en aquellos desgraciados años de la dictadura, son capaces de advertir el surrealismo que nos domina. Sus chistes y viñetas nos revelan lo que ocurre detrás de las voces. Así, Peridis dibuja a la Presidenta andaluza frente al Presidente del gobierno. Ella le espeta: “Mariano ¿Hacemos un pacto contra la corrupción? “ y el responde sentado en su columna: “Es que me está entrando la risa”. Escuchar el descaro de una persona que ha estado toda su vida adulta dentro del aparato del PSOE, que ha trabajado y vivido para su partido, concejala  durante años,  y que aparece ahora como una neófita escandalizada y dispuesta a corregir lo que antes consintió con su silencio, es solo comparable a la caradura de Rajoy que niega los papeles del tesorero y a la vez le manda mensajitos: “Luis se fuerte, aguanta, hacemos lo que podemos”. Esa fraseología engañosa, no es un discurso político. Se trata de palabrerías sin crédito, propio de cantamañanas, que pretenden convencer a incrédulos. Se capta a través del falso énfasis que estos políticos imponen a sus palabras o de la oscura socarronería que muestran sus silencios, que “quieren hacer ver lo que no es”, darle la vuelta a las cosas, y camuflar la raíz de los problemas. Su contenido no es creíble, tampoco radical, tan solo osado y rimbombante. Mientras contemplamos con envidia a un parlamento británico donde el presidente del gobierno sale derrotado con votos de miembros de su propio partido, o vemos a ministros europeos dimitir por haber mentido, comprobamos que la ética protestante facilita una moral social de la que carecemos en España. Solo así se entiende que Don Florentino gaste cien millones de euros en fichar a un solo hombre, mientras miles de nuestros jóvenes preparados, tienen que emigrar a medio mundo para encontrar un trabajo, porque aquí no sabemos dárselo.







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