El mapa andaluz de consejeros deja a Almería en una posición humillante. La clave estriba en encontrar el punto de ignición que hace explotar a relevantes sectores de la sociedad, otrora pastueños, y que ahora se rebelan con airada y arriesgada contestación hacia el poder establecido durante más de 30 años en los que todo ha sido complacencia, complicidad y melifluidad.
La distribución de consejerías, en esta ocasión, no obedece a la tradicional tendencia a marginar a Almería. La debilidad del PSOE almeriense ha posibilitado que Sevilla se olvide de Almería gracias a las maniobras urdidas por las facciones enfrentadas en el socialismo provincial. El clan de los guerristas (Nono Amate, Fernando Martínez, Pérez Navas…) pretendía cualquier cosa menos ver a Sánchez Teruel en alguna consejería; especialmente, cuando habría supuesto incorporar a Adela Segura a la secretaría provincial. En cualquier caso, Sevilla ha preferido mantener la débil estabilidad antes que acelerar la crisis local. Por tanto, la ausencia de consejero habríamos de recibirla con un fuerte aplauso a la nefasta gestión del PSOE provincial y a las maniobras de los eternos urdidores de intereses espurios.
Durante más de 30 años existieron oportunidades para desprendernos del estigma de la marginación. Lamentablemente, sólo recuerdo la campaña “Almería sin salidas”, inspirada por Martínez Leyva con la valiente colaboración de José Vallejo, que logró traspasar las fronteras de la combustión interna localista para abochornar a los políticos socialistas locales, incapaces de dar solución al agua, ferrocarril, carreteras… Entonces, los camiones discurrían por El Cañarete y el puente de Rioja.
El problema es que pronto se rearmó el PSOE juramentándose no permitir esta exhibición de “músculo social”; y de ahí surgió la ocupación de la sociedad entretejiendo una trama de comisarios políticos que paralizó cualquier intentona de contestación. Por miedo, estipendio o preeminencia, Almería se entrega a una sutil claudicación que se evidencia con la ausencia de clamor por la histórica ausencia de consejeros y los lacerantes retrasos, promesas incumplidas, proyectos olvidados… y alguna chulería que, con impunidad y ausencia de crítica, se aceptaba.
Lástima no haber reaccionado tras aquella “Almería sin salidas”. Hemos perdido un tiempo precioso en el que algunos miraban a Sevilla como la solución de sus vidas y, con ello, generar el concepto de indigencia colectiva de una sociedad silente y complaciente con el poder.
Ahora, esta “primavera almeriense” se recibe con agrado por lo que significa de cierta recuperación de la dignidad. Espero que esta “primavera” no nos permita volver a hacer el capullo.
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