“Mataremos a los infieles”

“Mataremos a los infieles”

Inocencio Arias
23:33 • 24 sept. 2013

El grito de los asaltantes del centro comercial de Nairobi debió poner los pelos de punta a los centenares de personas que se encontraban comprando o paseando. La hora y el lugar eran bien escogidos, el mediodía es el momento de mayor afluencia y el centro comercial es el más importante de la capital de Kenya bastante frecuentado por turistas, extranjeros y diplomáticos.


Los terroristas cumplieron su amenaza, pedían a los viandantes que recitasen algún fragmento del Corán o que contestasen  a una pregunta sobre la religión islámica. El que fallaba el criminal test era abatido. 


La escena espeluzna, pensar que estés haciendo turismo con tu familia y si eres ajeno al Islam te peguen inapelablemente un tiro es inimaginable. Los atacantes eran miembros de un grupo con sede en Somalia llamado Al Chaab(el joven), cercano a Al Queda, que recluta a jóvenes somalíes y que, según sus dirigentes, lucha contra la ingerencia de Kenya en asuntos somalíes. 




    La justificación no se tiene de pie. Es cierto que hay tropas de Kenya en Somalia pero actúan en el seno de una fuerza interafricana y acudieron para eliminar a los miembros de Al Queda que habían hecho a Somalia ingobernable. 


No es la primera vez que Al Queda golpea a Kenya y países vecinos. En el 2008, pusieron bombas con camiones en los alrededores de la Embajada estadounidense: murieron decenas de personas. A los terroristas no les importó que ocurriera lo previsible, la inmensa mayoria de los fallecidos eran keniatas que circulaban por las inmediaciones, muchos de ellos musulmanes. Otro tanto ocurrió en Uganda durante el Mundial de 2010 en Sudáfrica. Unas bombas en locales atestados donde se seguía un encuentro de fútbol causaría 76 muertos y decenas de heridos. 




       La  policía de Kenya, a pesar de sus buenas conexiones con los servicios de inteligencia occidentales, difícilmente puede desbaratar los planes de los terroristas en un país en que la población islámica es numerosa. En esta se reclutan a los jóvenes dispuestos a inmolarse. 


    Aquí vemos de nuevo el déficit de coherencia o valentía de muchos dirigentes y creadores de opinión en los países islámicos. Muchos de esos jóvenes no sólo tienen sed de aventura y han sido adoctrinados en la creencia de que Occidente ha explotado y humillado al mundo musulmán. Hay más, se le inculca que si mueren en su acción van inmediatamente al cielo a un paraíso con  toda clase de placeres. La tentación es para muchos irresistible.




   Lo sorprendente es que no haya cada día en que ocurre una barbarie como la de Kenya un centenar de predicadores, editorialistas y políticos que en el mundo musulmán  repitan con rabia: esto no es el islamismo, el Corán es otra cosa, esto es un perversión.



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