Carlo Ancelotti parece haber suscitado una rara unanimidad en relación a su equipo: no juega a nada. Ya podía el Gobierno de Rajoy hacer lo mismo. Con toda seguridad, se equivocaría menos, y fastidiaría menos a todo el mundo.
El Real Madrid no juega a nada, particularmente desde que se marchó Mesut Özil, pero mejor eso, en todo caso, que jugar a tocarle las narices a las personas, ora mediante la sustracción de sus ahorros, ora mediante una carga fiscal al trabajo que no se compagina ni remotamente con los servicios y la consideración que los españoles reciben, ora con sus majaderías educativas, ora con su desmantelamiento de los servicios sociales, ora con sus tasas laminadoras del derecho a la tutela efectiva de la Justicia, ora con sus fiscales blanditos, ora con sus copagos y repagos sanitarios, ora con sus zarpazo a las pensiones, ora con lo habido y por haber.
Rajoy acusó siempre a su satanizado predecesor de no hacer nada. Se ve que a lo más que podemos aspirar los españoles es que quienes nos gobiernan no hagan nada. Se trata de gente roma, casposa, ígnara y, en el mejor de los casos, mediocre. Rajoy es el paradigma, como lo fue Zapatero en su estilo alelado y buenista, pero no es el único, lamentablemente: ¿Y Bauzá? Salvo que debía gastarse un dinero en gomina, apenas se sabía mucho más de ese señor, pero desde que se emperró en que tenía que jugar a algo, ya sabemos: cien mil personas, lo nunca visto en Mallorca, pidiendo su dimisión.
¿Qué puede saber el tal Bauzá de educación ni de pedagogía? Lo suyo es que no jugara a nada, como el Real Madrid, y preferiblemente tampoco a disponer a su antojo del dinero público como su antecesor, ese Matas que jugaba tanto a juegos prohibidos. Jugar a nada. Qué bendición sería que quienes no saben, o saben lo que no deben, no jugaran con nuestras vidas, ni con la educación de nuestros hijos, ni con el dinero que no es suyo, ni con la salud del enfermo, ni con el bienestar del anciano y del impedido.
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