La Virgen del Rosario, alcaldesa

La Virgen del Rosario, alcaldesa

Kayros
17:59 • 02 oct. 2013

¿Y qué necesidad tiene la Virgen de mezclarse en los viles y contingentes asuntos de nuestra existencia política? Por lo visto quien lo necesita aunque no lo diga es el PP de Roquetas, que se está ciscando pata abajo  con la  diarreica   pérdida de votos a nivel nacional. Por eso, según costumbre, intentan  una vez más comprometer al cielo en la lucha intranscendente de la ciudad terrena. 


El Partido Popular no  cae en la cuenta  de que hoy vivimos en una sociedad laica donde Iglesia y Estado ya no son la misma cosa como en el milenio  teocrático franquista. Y toda la manía de Gabriel Amat es hacer de Roquetas una sucursal del Sacro Imperio Germánico  mezclando a la Virgen en las discusiones sobre raticidas, impuestos sobre basura y otras necesidades prosaicas.


 Veremos qué dice el obispado sobre este particular. A nadie se le niega que haga de su corazón un altar para la Virgen del  Rosario y hasta es posible que ese mismo altar lo  pueda extender hasta los acantilados de la localidad de Aguadulce y a todo el Mediterráneo, pero  nombrarla por aclamación alcaldesa del municipio en una comunidad de no sé cuantas etnias, religiones  y modos  de vivir y de pensar ya resulta un poco antiguo. Vivimos en un país donde cualquier problema, por mínimo que sea,  se convierte pronto en una guerra  de religión. 




En nuestra  contienda civil se habló mucho de pobres y ricos, de fascistas y demócratas, de comunistas sin Dios  y de nacionales bendecidos por el Papa, pero lo que  los golpìstas tuvieron buen cuidado de propagar es que aquello era una cruzada con lo cual murieron  oleadas   de españoles inocentes  que nada tenían que ver con aquello. 


 Demos  al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios,  y  no aprovechemos el cielo para ganar unas elecciones donde, por mucho que digan, aquí lo que se discute de verdad es la pasta, el único petróleo que no necesita San Pedro.




 Y después de todo, ¿no parece algo impropio ver a una Señora, que es todo  amor y dulzura nuestra, con  un pedazo de vara,  en un  camarín lleno de flores, y como diciendo: “Si os movéis un ápice de lo que dice Amat os muelo las costillas”.





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