No ha mucho tiempo leí un texto del filósofo Arthur Schopenhauer en el que afirmaba que “cortesía es prudencia; descortesía es, pues, necedad”, e insistía en que “se puede, con un poco de cortesía y de amabilidad, hacer dóciles y complacientes a hombres hostiles y rudos”. No es frecuente que políticos, representantes públicos y gobernantes ,en general, bajen a la arena del trabajo de periodistas e informadores. Sin embargo, la actitud y el talante de la Presidenta andaluza en un reciente acto celebrado en un pueblo alpujarreño traspasa el límite de la mera corrección política para hacer de su conducta una ejemplar y ejemplarizante lección de educación. En el transcurso del referido acto oficial sucedió que el operador de una televisión que cubría el acontecimiento se situó, cámara al hombro, tras la mesa presidencial para grabar un plano contra plano, esa composición de imagen que muestra el contexto del escenario –el público asistente- donde se desarrolla la acción, al tiempo que resalta la nuca y /o escorzo del principal protagonista de la noticia –en este caso, la propia presidenta -, un recurso audiovisual más que trillado en televisión y en el cine. En ese momento un miembro de seguridad retiró al operador de su posición y le indicó que no podía grabar en semejante ubicación. El técnico atendió la advertencia y buscó otra posición frontal a la presidencia. No habían transcurrido quince segundos cuando la dirigente andaluza cerró las manos, inclinó la cabeza y se disculpó al cámara con un gesto. Pero no quedó ahí lo que podría haber sido una simple anécdota. Nada más finalizar el acto, Susana Díaz se levantó de su asiento, fue hacia al operador, le saludó y le reiteró, de nuevo, sus excusas. Casi nadie se percató de este hecho, que es más que un gesto y que habla mucho y bien de una actitud, de una disposición y de una personalidad nueva para un nuevo tiempo.
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