Venezuela: política y beatería

Lo de Maduro en Venezuela  ya es cosa de la Beata Gregoria. Una mujer sumamente religiosa y a la vez más inocente que una magnolia tuvo un día la buena idea de creerse al pie de la letra todas las cosas que le estaba diciendo el sacristán de su parroquia. 

Este insistía, con su eficaz sermonata catequética, en que  el ayuno bien administrado deja el cuerpo traslúcido como para volar al cielo en cuerpo y alma como la Virgen de la Asunción.  Rezaba la Beata Gregoria su rosario bajo el ábside y de pronto vio descender una cuerda con un gran cesto en los bajos. Ahuecando mucho la voz, el taimado sacristán decía intermitentemente: “Beata, Beata Gregoria, súbete al cesto y subirás a la gloria”. 

Así lo hizo la buena mujer. Cuando el cesto tocaba la altura de la primera cornisa,  el sacristán cortó la soga y la beata se dio el tortazo que ustedes imaginan. El presidente Maduro,  acuciado de mil problemas caseros como la falta de papel higiénico y otras emergencias, ha creído que lo mejor para el pueblo venezolano  es acudir a la fuerza milagrera y taumatúrgica del fallecido presidente. Si en las democracias no es muy aconsejable hacer política desde la religión, menos todavía es hacer religión desde la política, porque, que yo sepa,  todavía no ha sido introducida la causa de  beatificación del gordo  y vociferante caudillo, mentor y guía de la revolución bolivariana. 

Lo cual tampoco es obstáculo para que la prédica fanática  deje de ver al fallecido presidente Chávez por todas partes en las más humildes criaturas de la creación, como pajaritos, perros etc. Hugo Chávez somos todos. 

Lo último que sabemos es  que en los muros  del metro ha aparecido un  dibujo en negro que evoca el rostro de Chávez. Para qué quiere más Maduro, quien subió a la presidencia de Venezuela  gracias al dedo bienhechor  de Chávez. Aquí ya tuvimos las caras de Bélmez y otras historias no menos raras  de la época de Franco. Son estas cosas del cielo las que nos empujan a creer cosas de esta tierra, tales como que el PP colabora con la justicia o que los bancos no quieren  nuestro dinero.