La irresistible atracción de los almerienses por volver a la mina

La irresistible atracción de los almerienses por volver a la mina

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 03 nov. 2013

Todos sentimos una atracción irresistible por la nostalgia, una seducción irremediable por la melancolía. Por eso a veces buscamos el futuro en un pretérito que siempre fue imperfecto pero al que el perfume del tiempo lo acabó convirtiendo en perfecto.
Los almerienses no somos una excepción y en todo caso lo excepcional es la permanente obsesión por viajar al pasado. Sólo así puede entenderse que periódicamente aparezcan en los medios de comunicación proyectos antiguos revestidos falsamente de futuro.
Y entre estos regresos al pasado hay tres vías frecuentemente recorridas: una es el tren del Almanzora; otra la llegada de inversores para descubrir el oro de Rodalquilar o el hierro de Alquife o de Las Menas en Serón; la tercera la recuperación del puerto para aquellas actividades que un día le dieron  vida.
Son ensoñaciones que durante años descansan en la oscuridad del pozo de la memoria y un día regresan a la luminosidad efímera  del cielo abierto de la actualidad para permanecer en él el tiempo imprescindible antes de volver a sumergirse en la grisura del olvido.
Hace unos meses fue la mina de Alquife la que despertó el interés, ahora son las antiguas minas de Serón y dentro de unos meses aparecerá algún visionario descubriendo el río de oro que todavía esconde Rodalquilar. La rueda siempre gira en el mismo sentido y siempre hay ciudadanos prendidos en la ficción de creer que lo que ven es la primera vuelta. No crean nada. La rueda lleva siglos girando y las posibilidades de generar riqueza son sólo producto de nuestra imaginación y de los intereses de quienes la ponen en funcionamiento.
El papel lo aguanta todo y un tipo dotado de quimeras ve agua donde solo hay arena. La recuperación de la explotación minera de Alquife no ha pasado, hasta ahora, de una elucubración de aparente viabilidad prendida de unos números que, interesadamente, cuadran. (¿Cómo no van a cuadrar si el beneficio de quien ha dedicado su tiempo a hacerlos busca alguien que compre la idea y pague por ella?)
Lo que resulta sorprendente es que, algo que no ha pasado de una aspiración en busca de inversores que arriesguen su dinero, haya levantado tantas pasiones encontradas. Promotores, Ayuntamiento, Junta, Puerto,  partidos, sindicatos y organizaciones empresariales, todos intervienen desde frentes distintos en una batalla sobre la nada y para nada.
Sobre la nada porque todos conocen a los promotores pero nadie sabe quiénes son las empresas o los particulares que van a aportar la financiación. Y no lo sabemos porque lo que hay es sólo una idea.
Para nada porque, en caso de que el proyecto se hiciera realidad, su aportación a la economía local y a la generación de puestos de trabajo estaría tan en el aire que nadie se atreve a cuantificarla. Y eso creyendo (lo que es mucho creer) que la empresa financiaría el coste de soterrar el tramo entre la actual estación de tren y el puerto. La historia ha demostrado que cuando una empresa llega ofreciendo millones siempre hay que echarse mano a la cartera. No para guardar el dinero que prometen dar, sino para que no te la roben.
Lo mismo puede escribirse de la quimera del hierro en las minas de Las Menas de Serón o en los filones de Bacares. O, si a algún iluminado se le ocurre, de las posibilidades de recuperar la rentabilidad en la plata de Almagrera, en el hierro de Bédar o en el plomo de Gádor. Palabras; buenas intenciones; imaginación desbordada. ¿Alguien puede creer que la rentabilidad económica o laboral del proyecto de Las Menas de Serón podría llegar a interesar a futuros inversores y, en el utópico caso de que así fuera,  estaría justificada la inversión multimillonaria que se necesita para poner de nuevo en funcionamiento el tren de Guadix a Almendricos?
Almería ha vivido mil años de soledad pero no es Macondo. Por eso resulta difícil de entender cómo somos capaces de ser excitados en nuestra curiosidad por el primer Melquiades que aparece por el Cañarete.
Seamos inteligentes. El futuro de la provincia no está en el pasado. Está en el futuro. Y el futuro no es ni  la melancolía ni la nostalgia de la minería. El porvenir hay que buscarlo y encontrarlo en nuestras fortalezas presentes, no en las fortalezas pasadas que acabaron asaltadas por la pérdida de rentabilidad.
Lo que hay que hacer es perfeccionar lo que ya es la mejor agricultura del mundo. Hay que apostar por la investigación en las aulas de nuestra universidad y en los laboratorios agrícolas sobre campo. Hay que buscar alternativas innovadoras al mundo de la piedra (no es bueno que Cosentino esté sólo). Hay que buscar y encontrar en una singularidad turística que mejore nuestra oferta y la haga más competitiva. Ahí está el futuro.
Regresar al pasado es un viaje sentimental rodeado de calidez pero no un recorrido para conquistar el porvenir.







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