La vida palpita a diario sobre nuestros talones. El valor de lo insólito está al alza, la batalla por una supuesta originalidad nos acecha en la esquina de nuestra propia casa y el frikismo se prodiga a nuestro alrededor sin que en muchas ocasiones lleguemos a darle la menor importancia.
En los escenarios nuestros de cada día nos codeamos con ciudadanos extravagantes. Seguro que si recapitulamos en nuestra existencia tropezaremos de pronto con alguno de esos personajes que alguna vez en su vida hicieron algo por llamar la atención, o no, sino que adoptaron una singular actitud o se aventuraron en alguna arriesgada experiencia de la que salieron mal parados por propio convencimiento.
En este último grupo habría que incluir a un atrevido seductor de nombre Adrián y de quien me dio cuenta no ha mucho tiempo un honesto agente de policía.
El hombre en cuestión tuvo la feliz ocurrencia de dar una sorpresa sexy a su pareja, a la que fue a recoger a la oficina universitaria en la que trabajaba a bordo de su flamante automóvil, y con zapatillas de deporte y calcetines como única indumentaria. Según el relato de mi agente informante tan curioso seductor solía practicar semejante actuación con cierta frecuencia, pero aquel día en que tuvo el placer de tropezarse con el funcionario policial olvidó vestirse con otro elemento imprescindible: el cinturón de seguridad de su vehículo. Avistado por el agente, el alegre automovilista fue obligado a detener su coche ante la perplejidad policial al encontrar al conductor de tal guisa. Adrián alegó que solo había adoptado esa actitud para divertirse y seducir a su compañera.
Tan sugerente seducción costó a Adrián una considerable sanción con su correspondiente multa…y es que no todas las estrategias para seducir sirven.
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